BCCCAP00000000000000000000550
Se pregunta cómo sus sacerdotes han podido dejarle a El en uno de tantos legisladores, en vez de hacer de Cristo y de su Navidad fiesta de tiempo fáustico o dionisíaco y hora de celebración y de elección. Lo han convertido en objeto y ocasión de recordarnos nuestras desgracias, y nuestras necesidades, al celebrar las Navidades transgrediendo su espíritu. Es un ejemplo de prestidigitación el presentar a Cristo en héroe del status; y la Navidad, en opio de los pobres. Toda religión -prosiguen- tiene dos ver– tientes. La cristiana tiene un Cristo muy variado. Ha inspirado el Requiem de Mozart, la Missa, la rebelión de John Huss, la pintura de Giotto y otros grandes hombres. Por otra parte el cristianismo ha sido usado como in– strumento de control social, de represiones y empobrecimiento. Parece que «hay» dos Cristos empeilados en combatirse: el clerical, el opresor. Y del otro lado, el disidente, el combativo, el activo, el íntimo. Retrato fílmico, escueto, de Cristo lo ha hecho el italiano marxista y ateo, Pier Paolo Pasolini: «El Evangelio según» Mateo. Y una vigorosa historia de Cristo la escribió Nikos Kazantzakis, aunque los autoridades griegas ortodoxas la reprobaron. Hay que recordar que el hombre es un celebrador incurable igual que un incorregible sofiador. Uno de los divulgadores de estas ideas -nada nuevas, pero sí actualizadas para los contemporáneos de las de los ailos sesenta- es el autor del libro: «La fiesta de locos» -«The feast of the Fools»-. Nos cuenta que, cuando estaba in– vestigando para escribir este libro, cayó en la cuenta de que los teólogos norteamericanos, especialmente los protestantes, apenas han escrito nada acerca del auténtico espíritu festivo. Han estado tan obsesionados con las facetas morales e intelectuales de la religión que han olvidado que las religiones comienzan por fiesta, mimos y cantos. Luego las religiones norteamericanas están profundamente infestadas de condicionamientos moralísticos y antifestivos de la sociedad. Ailade: «Los animales juegan; los hombres celebran». El ser humano es lúdico, fantasioso. Sigue soilando un mundo sin napalms, cáncer y hambre. No puede detener su esperanza. 614 Pero también confiesa: No me impresiona el nivel de «compasión» y vitalidad de la gente que conozco y proclama que han dejado atrás la religión. De ordinario retienen sin demasiado entusiasmo, parte de su fe cristiana, a la que critican sin apasionamiento y admiten que ellos mismos la siguen, no solo como referencia, sino hasta con emoción. Por otra parte, no es muy alentador, ver que nos vamos acomodando a una cierta inundación en los campos y cátedras universitarios de gurus, chants, mantras, tarots y «I Ching». El negocio del incienso nunca ha sido mejor. Las mismas religiones practican un curioso poder de denuncia y de protesta contra el conformismo de la sociedad industrial o in– cluso se inicia una búsqueda de lo religioso. En todo caso, ocurre que el hombre es más esencialmente religioso de lo que
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz