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lista interminable y siempre incompleta y banalizada acaso de los filósofos y teólogos -en cuanto metafísicos y pensadores sobre Dios y lo infinito-, los idealistas alemanes con su estructura germánica de Fichte, Schelling, Hegel, y la multitud de los estudiosos y celebradores hasta nuestros días y hora: Cristo ha sido pensado y conceptuado. La suma sigue. JUDIO GALILEO Siempre que se hable de Jesucristo conviene no olvidar que es hermoso recordar su sangre y sus vínculos históricos y culturales, además de religioso, con su nacionalidad, su tragedia y su gloria, así como el estableci– miento de su Evangelio y comunidad peregrinante, según las siguientes realidades. Jesucristo es un ser humano, judío, y genuino judío, por familia, ambiente, mensaje y destino profético mesiánico y sus relaciones con la Ley y los Profetas. Por ser cristianos en Cristo, somos también judíos en Cristo: la entidad sinagoga-iglesia, antiquo y nuevo testamento; escritura, palabra de Dios y vívida tradición nos asimilan e identifican para destacarnos, también en cierta medida, hacia una aceleración progresiva como pueblo de Dios, destinado a desplazarse hacia un futuro, común y universal, nuevo testamento, el cual no ha hecho sino comenzar e in– sinuarse, desarrollando del todo el Cristo histórico. En Estados Unidos, dentro de la conmoción, suefios y esperanzas del Concilio Vaticano II, pudo observarse muy minoritariamente como una cierta tendencia, compartida por algunos cristianos y judíos, a desatracar del Viejo Testamento y embarcarse del todo en las perspectivas del Nuevo. Hoy quizá apenas quedan vestigios de este movimiento, salvo en hipotéticas ilusiones, no por ello ineficaces ni carentes de sentido. En todo caso la idea de Pueblo de Dios, de elección y de realización mesiánica retiene indicios posconciliares en la liturgia y sus canciones y en algunos movimientos de base. Idea que, por otra parte, se mantiene en muchas mentes del alto pen– samiento intelectual de unas y otras confesiones judeo-cristianas. Acaso es solo vana esperanza, si no necesaria utopía. En la nueva mentalidad judía no se ha descartado todavía la idea de que son irreconciliables el cristianismo de Jesús de Nazaret y el judaísmo de Abraham y Moisés. Sin embargo, se reafirma una idea o actitud que nunca dejó de existir y que ahora se resalta: es éste; JESUS, la persona más intensa y rica, el judío más ilustre, aceptado como profeta y honor de judíos y cris– tianos. Max Nordau, colaborador en la fundación del movimiento sionista, escribió: «Jesús es el alma de nuestra alma, es la carne de nuestra carne. ¿Quién entonces desearía excluirle del Pueblo de Dios?» Unos judíos que contemplaban en Tánger la celebración católica de la 611
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