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tal horrible, al llanto y a la gloria de nuestras almas redimidas por el AMOR, SACERDOTE QUE INMOLA A JESUS en la cruz. Y relata y adora así: «Apenas acaba de cumplir los treinta afias, cuando el Redentor, en– tregándose espontáneamente a su Pasión, como cordero que va a ser in– molado, es levantado en el palo de la cruz. Languidece con la bebida de hiel; se estremece su sensitivo cuerpo, traspasado de espinas, clavos y lanza, y mana sangre y agua. La tierra, el mar, las estrellas, el mundo son lavados en este río de sangre y amor». La Iglesia se arrodilla, y adora en su poema a la Cruz: «¡Oh Cruz fiel, único árbol verdaderamente noble y benéfico, no hay bosque que produzca hoja, flor, fruto y semillas semejantes a tus brotes. ¡Dulce hierro, dulce madero, estáis sosteniendo el DULCE PESO! Dobla tus ramas, Arbol ex– celso, relaja tus cortezas y fibras, y que se apacigüen esos rigores que El, Cristo, experimenta por haber nacido y que ganó por la ternura de su nacimiento. Ablanda tu tronco, para sostener amorosamente los miembros del Rey de la Creación y del Amor. ¡Oh Cruz, tú sola fuiste digna de sostener este Víctima del mun– do, y de preparar el puerto para nuestra Arca náufraga, Arca ungida con la sangre derramada del Cordero». Tales son la visión y el sentimiento, la teología dramática, la oración lírica de los himnos litúrgicos de la Iglesia ante la Pasión del Sefior. Y oráis en la Comunión de este Viernes Santo: «Dios omnipotente y misericordioso, Tú, que por la Pasión y Muerte de Tu Cristo, nos rescatas, consérvanos en tu misericordia y haz que, par– ticipando en este misterio, vivamos en eterna devoción. Amén. He aquí las intuiciones cordiales de Miguel Angel: «Pintar y esculpir es nada, corazón mío. Todo lo que permanece y vale es el quedarse vuelto hacia este Celestial Amo, quien, para darnos la bienvenida, abre sus brazos en la forma y realidad de la Cruz». Cristo no es solo el Crucificado, es la misma Cruz en vida y formas de Dios Hecho Hombre Redentor. Tras haber escuchado las palabras de la Liturgia, vamos a revivir MOMENTOS y formas, imágenes de la Pasión de N. Sefior. 594 Con su punto de exageración y entusiasmo, nos decía Santa Teresa: «Doquiera que veo la imagen del Sefior, la reverencio, aunque fuera pintada por el mismo demonio, pues él es gran pintor y lo que hace puede ser para nuestro bien, aunque su intención, para asustar y hacer dafio. Si veo una hermosa pintura, aunque me digan que la ha hecho un mal hombre, no por eso la desestimo ni disminuye la devoción. Lo bueno y lo malo no están en lo que se ve, sino en el que ve, sin aprovecharse humildemente de ello».

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