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Octavo: Noveno: Décimo: Lágrimas de mujeres y cabeza de Jesús: Con– suela. Hombre aplanado en el suelo, boca arriba: Tercera caída. Dos hombres desnudan a otro: Este es JESUS. Undécimo: Mano de hombre y martillo caen sobre clavos de manos y pies de JESUS. Duodécimo: Placidez de un muerto en la cruz: CRISTO REDENTOR, CRUCIFIJO. Décimo Tercero: Escalera apoyada en la Cruz, dos hombres descienden un cadáver, dos mujeres lo reciben. VIRGEN Décimo Cuarto: LITURGIA MADRE DE PIEDAD. Dos figuras depositan sobre la losa un amortajado: blanquísimo: SANTO SEPULCRO DE CRISTO NUESTRO SEÑOR. Nos ha amanecido el Viernes Santo. Escuchemos los himnos de la Igle– sia para participar en cómo ella ve y siente la Pasión del Señor. «Canta, lengua mía, el laurel de este certamen; proclama el triunfo de la Cruz: cómo nuestro Redentor venció precisamente al ser inmolado. El Creador se compadeció de la caída del padre de la humanidad, Adán, que fue engañado por aquel mortífero bocado. Y luego, hoy, Cristo, para remediar los daños de aquel árbol, al árbol de la cruz hizo glorioso». Con estas palabras exaltadoras de la Cruz del Redentor comienza la Iglesia la conmemoración de la Pasión y Muerte. Por si nos parece extraño que la Iglesia adopte en tan lúgubre fecha ademanes de exaltación, añade: «Esta obra, la de la Pasión y Muerte del Señor, era requerida por el orden de nuestra salvación: para rendir con el supremo Arte al artífice de toda maldad, y poner la medicina allí donde el enemigo puso la herida. Cuando vino el tiempo oportuno, como Mesías enviado del Padre Celestial, descendió del Cielo. Nace de vientre virginal y se viste de nuestra misma carne. Llora, niño, entre las pajas del pesebre, envueltos sus miembros en pañales que su Madre Virgen le acomoda, y ella misma le abriga manos y pies con lienzos infantiles». He aquí el Jesús entero: desde el nacimiento hasta la muerte, Hijo de María, la Iglesia evoca en este día los más humanos misterios de la belleza y el amor del Verbo Divino: la Navidad y la Crucifixión, la Pascua de Navidad y la Pascua de la Resurrección. Ahora, ya puede la Iglesia entregarse a la contemplación del instrumen- 593

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