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en países subdesarrollados del Occidente. Su encuentro con esas venerables tradiciones puede estimular al cristianismo a dar importancia y reavivar aspectos descuidados de su propia tradición. El misticismo cristiano no se ha perdido para siempre. Para muchos jóvenes el cristianismo se ha reblandecido. La iglesia en América ha llegado a encuadrarse en el molde de la cultura americana. La iglesia es una enorme potencia, una institución poderosa con grandas fin– cas, posesiones, inversiones. Parece satisfecha con la promoción de valores comerciales. Ofrece pocas alternativas y pocos desafíos de vida espiritual a los jóvenes inquietos. Algunos jóvenes piensan que la iglesia es un éxito, y, por eso mismo, es ya una decadencia espiritual vendida al status quo. La conciencia de las subculturas ofrecen un modo de dramatizar sus diferencias desde una sociedad más amplia. Algunos negro han sido atraídos al Islam principalmente porque han llegado a creer que el cristianismo es una religión de blancos. De modo similar, los hippies veían el cristianismo como la religión del stablishment, una fe para los mayores de treinta. Desean «otra cosa» y las religiones orientales, aunque más viejas que el cris– tianismo, son por lo menos visiblemente diferentes de la fe en la que ellos fueron criados. 588

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