BCCCAP00000000000000000000550

desvanecerse en su propio éxtasis. Y un buen día, en el que consiguió vivir intensamente como cristiano, o mejor dicho, se le concedió vivir como tal, se fue tras su propio misterio. Procedería muy lógicamente si no volviera. Pero tiene que volver, porque, por ahora, es aquí, en este mundo cir– cunstancial y en marcha y despegue, donde tiene que vivir y actuar. Hay que hojear el periódico, luego de pedir-«ordenar»-un plato combinado, balanceado y numerado, y sorprenderse infantilmente del rumor de las almas al fundirse en la tarea nacional de comer fuera de casa. Así es de ob– vio el sueño americano, como lo es «el misterio» de esta ciudad neoyor– quina, abierta a la arquitectura del acero, aluminio y cristal. Su alto perfil acota a la vez lo divino y profano de cualquier mujer u hombre. Y en el cen– tro, en lo más delgado del espíritu, Cristo revelándose inconmovible y ac– tivo. El Crucifijo de Dante (Div. Com. Parad. XVI, vrs. 104 ss) «Pesplandecía Cristo en aquella cruz de tal manera, que no no hallo comparación con que encarecerlo; mas el que toma su cruz y le siga, me disculpará esta omisión, cuando algún día le vea brillar en el Santo Arbol. Del uno al otro de sus extremos y de la parte superior al pie, movíanse espíritus luminosos, que lanzaban vívidos destellos, así al unirse como al cruzarse unos con otros, a la manera que vemos volar derechos o suspendidos, rápidos o lentos y cambiando de aspecto, átomos más o menos leves en el rayo de sol que atraviesa a veces la sombra preparada por la inteligencia y arte de los hombres en sus viviendas.» Tal occurre en el ambiente neoyorkino que desea ecumenismo. 57

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz