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No soy un Dios lejano; soy un hermano, un amigo. Resido en vuestra intimidad; y vosotros en la mía. La simple moralidad no es cristianismo. El cristianismo es algo más y muy diferente de la escueta moralidad, y no puede reducirse a aquellas vir– tudes romano-helenísticas incorporadas en Caifás y Pilatos, en las que Platón, Ciceron y las «deidades» -genios griegos- inculcaron poesía y filosofía sapientísimas. Si la moralidad fuera cristiana, Sócrates fue el salvador. El vivir cristiano y sus santos y sus fieles más reales son relación, vida de comunicación hasta la identificación viva y plena con Cristo. ¿Desde cuándo la duda es base de religión o de ciencia? ¿Enseñó Jesús acaso la duda o dio leccions de filosofía, o cargó con los visionarios, con la decepción o llamó sabios a los hombres por no creer, por su infidelidad?. Todo es tan sencillo seguramente como las últimas palabras que W. Blake escribió a su esposa en la conclusión de su vida: He procurado vivir como manda Cristo y he buscado la adoración a Dios en mi propio hogar, en mi alcoba, cuando los hombres no me veían. Tú has sido siempre un ángel para mí. Te lo confieso. Declaró y luego estalló en fuerte y gozoso canto. El período «victoriano» (1837-1901) tuvo lo religioso como centro de interés, al mismo tiempo que lo industrial y técnico, que muchos anun– ciaban como el principio de una era milenaria basada en valores materiales como bendiciones del cielo, a la vez que se ampliaban las bases del conoci– miento y especialmente el estudio de la Biblia. La respetabilidad, el puritanismo, la piedad cantora, el decoro como ingrediente de la expresión, vestido, pensamiento y espectáculo se difundieron en el mundo anglosajón, -no tanto en su colonia, ya liberada del todo, de los Estados Unidos- y en cierto grado ha persistido en la sociedad democrática de nuestros tiempos, a través, por ejemplo, de los seriales «victorianos» realizados y repartidos por USA en todo el mundo. Un especial esplendor de la clase media, la ex– hibición de ideologías y pasiones y el progreso cauteloso y confortable son valores eficientes para la vida burguesa y soñada social cristiana consumista de nuestros días. El movimiento Oxford constituyó el reviva! católico, tan dogmático, disciplinar y litúrgico, como literario, romántico y expansivo en el siguiente siglo, el actual. Seguramente, por extraño que parezca, sigue suscitando nostalgias recíprocas en protestantes y católicos anglosajones, que se dejan sentir en cualquier reunión ecuménica de iglesias. Todo ello coexiste con las simpatías y adhesiones esporádicas a la religión en formas no establecidas. Y la cuestión es: ¿Hay que considerar todo esto como manifestación coyun– tural de una energía infinita, una corriente de tendencias que se origen en rectitud y que nos muestra al Padre interesado en el hombre?. Con estas 582
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