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Schorer afirma: Jesús es la auténtica clave del pensamiento de Blake. Para él Jesús representó la plenitud de la vida: éticamente, el perdón de los pecados; estéticamente, la imaginación; socialmente, la fraternidad del hombre. «El reino de Cristo, de Jesús prepara la vía para la Gran Cosecha y Vendimia de las Naciones». Igual parece pensar Blake, que si alguna vez desconfió de la fe, mucho más de su crítica y negación. Inglaterra en la catedral de Canter– bury, ha adoptado alguna vez como canción de marcha de las aguerridas huestes del trabajo: ¿No anduvieron estos pies, en el antiguo tiempo sobre las verdes colinas de Inglaterra? ¿No pasó el Santo Cordero de Dios contemplando los verdes prados y pastos de Inglaterra? El hecho es que tanto Inglaterra como la Nueva Inglaterra son sucesivamente vividas y coralmente cantadas como Pueblo de Dios, Nuevo Israel, Hegemonías de la tierra y de las naciones, islas y astros por técnica y religión providenciales. Aunque ya, al decir Albión, se piense en pasado; en sus presbiterios y mansiones rurales, por eso mismo que hay algo subyacente en estos pueblos de Biblia, parte de Revelación Divina. In– glaterra era el triunfo de Jerusalén sobre Babilonia. Jesús aparece a Albión, la cual es representación de toda la humanidad caída. Entonces Jesús es el Buen Pastor. ¿Qué puedo hacer, Señor?. Jesús replica: No temas, Albión, a no ser que yo muera. Pero si yo muero, Yo resucitaré de nuevo, y tú con– migo. En la Imagen Divina, no puede el hombre existir sino por la Herman– dad con Jesús. El término es el triunfo de Jesús y Jerusalén, con las «fuentes de Aguas Vivas que manan de la Humanidad Divina». ESTETICA ECUMENICA La reflexión sobre los grados ágiles y profundos de la espiritualidad de la poesía anglosajona en ambos lados del Atlántico se encuentra con el predominio de lo estético y lo imaginativo sobre lo establecido y lo moralizador. Así hay que aceptar el siguiente ramillete de conceptos ilumi– nados. Jesús es redentor y salvador porque es supremo en el campo de la in– teligencia, de la belleza y del refinamiento en la conducta. Cristo no fue clavado a un árbol muerto, sino a un árbol viviente. Es como si donde ter– mina el poder del Creador, empezara la acción del Perfecto Hombre de la eternidad. Mas que de un pasaje a la carne, a la Encarnación, hay que recor– dar el natural y sustancial crecimiento de la Divinidad. Jesús nos dice: 581

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