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seres angélicos, sensitivo de la bruma y del misterio, reverenciador de los niños y animales, obsesionado idealizador de la repugnancia a toda autoridad. Como diría una poetisa norteamericana a propósito de él: Mucha locura es el más divino sentido para una mirada inteligente. La sensatez alardea sin querer de disfrazarse de necedad. El romántico William Wordworth decía preferir la insania de Blake a la sensatez de Byron y de Scott. Y William Cowper, inglés (1731-1800), autor del himno «Oh for a Closer Walk with God», hacía esta afirmación estremecedora: La locura es el refugio de la incredulidad, desde Bacon, Newton, Locke. Nosotros somos ciudadanos de la eternidad. De hecho, de Blake se ha aceptado que «después de haber sido puesto en el paraíso de los locos, fue trasladado entre los profetas». Quizá valiéndose del principio a modo de paradoja de que «el camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría», es por donde Blake, y epígonos poéticos en Inglaterra y en Estados Unidos, llegan a la revisión y rechace in– stintivo de las ideas y sobre todo de las instituciones convencionales de Dios, de Cristo, del Cielo y del Infierno. Así considera confusión imper– donable el dramatismo de la revolución francesa y el idealismo de la revolución americana; el formalismo y ceremonialismo tanto de la Iglesia Católica como el de la Anglicana; sin que queden mejor paradas las iglesias disidentes y la estrechez de líderes del Wesley Reviva! y la posiciones de los deístas y filósofos de la religión natural. De todo esto hay huellas y manifestaciones soterradas y actuales en la poética y también en las praxis y mentalidades de muchos representativos de la gente americana, anglosajona y yanqui. Pero, en general, puede advertirse que el pensador, el imaginativo y el práctico yanqui, si bien puede ser sectario y escéptico, no pierde nunca un cierto estoicismo, el americano tranquilo, y el regusto de una cierta juvenil transportación de la vida en toda su riqueza y amplitud. En todo caso el mismo Blake, con sus tormentas y vértigos de mística espiritualidad, parece reconciliarse consigo mismo con estas palabras que escribió en su carte a Thomas Buts, 22 noviembre, 1802: 580 Aunque he sido muy desgraciado, ya no lo soy más. He emergido de nuevo a la luz del día. Estoy firme para abrazar la eternidad y adorar a Aquel que es la Imgen Expresa de Dios. Aunque he tenido que atravesar peligros y tinieblas como un campeón.
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