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Siento la llamada de Cristo, que es universal, porque hay in– finitos lados en su naturaleza. Yo puedo edificar en mi corazón a Cristo, y en el corazón de los otros hombres: vivir la religión de la humanidad, aunque cada relación o aspectos de Cristo resalte determinada condición sustancial del Señ.or. La Ciencia Cris– tiana puede contar con la capacidad de curación evangélica. El Catolicismo se nutre de su aserción de la autoridad y las raíces apostólicas. Hasta el panteísmo goza sus contemplaciones y plegarias de sobremesa. Otros resaltan su interés por pecadores y publicanos, su ascetismo, su vida singular y andariega, sus enseñ.anzas o el valor ético social de perfección de su sermón de la montañ.a: Dios entre los hombres, y el Hombre más cercano a Dios y a lo humano. Es grato dar un salto y volver a la intimidad de la poética yanqui, como suele hacerlo la inspiración católica y ritual en sus himnos y se puede revivir en este poema del Cardenal Newman, (John Henry, 1801-1891) y que consta como oficial en el «Christian Prayer: The Liturgy of the Hours»: Oración de la Noche. Guíame, amable luz, a través de la sombras que me rodean; guíame, tú. Se adensa la noche, y estoy lejos del hogar. Sigue guiándome. Guarda mis pasos. No pido aún el ver la escena distante. Por ahora me basta un paso. No fui siempre asi; ni pedí que tú me guiaras. Mas bien preferí yo el escoger y mirar mi camino. Pero ahora, ¡guíame tú! Amaba el día deslumbrador, a pesar de mis miedos. Me enorgullecía de regir mi voluntad. Olvidemos esos añ.os. Por largo tiempo tu poder me esperó y bendijo. Estoy seguro de que aún hoy me guiará, entre ciénagas y páramos, sobre pedregales y torrentes, hasta que la noche se haya ido. Y con el amanecer, vuelva la sonrisa de los ángeles, que yo he amado hace largo tiempo y que, en ocasiones, perdí. Un hecho típico en Estads Unidos es que el Cardenal Newman preside los movimientos y organizaciones juveniles en las Universidades Católicas. 578

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