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tos años de separación,» muestran su complacencia por los avances hacia la unidad de los cristianos en los últimos diecisiete años. Se congratulan los líderes de ambas confesiones religiosas por «la fe común en Dios Nuestro Padre, Cristo Nuestro Señor y el Espíritu Santo; por la participación en las Sagradas Escrituras; por nuestra comunión y multisecular herencia cristiana con sus vivas tradiciones litúrgicas, teológicas, espirituales y evangelizadoras.» Da cuenta el documento de los estudios emprendidos desde hace años por parte de teólogos católicos y anglicanos para llegar a «convergencias teológicas.» Entre los documentos estudiados por la Comi– sión Internacional Anglicano-Católica, se citan los de la Eucaristía, Ministerio del Orden, y la Autoridad en la Iglesia, a la vez que se indica que «pronto las respectivas autoridades tendrán que decidir sobre las conclu– siones.>> Para el caso de que sea «restaurada la unidad,» se advierte que, de acuerdo con el Concilio Vaticano II, habrán de participar en los acuerdos todos los componentes de la Iglesia, «desde la jerarquía a los fieles, según la capacidad de cada cual.» Durante la reunión en la Capilla Sixtina, el Papa Pablo VI había pro– nunciado estas palabras: «La comunión con Dios es el centro de nuestro ejemplo al mt1,do.» En Estados Unidos las iglesias, las sinagogas y los preocupados exper– tos en Divinidad, liturgia y eclesiología siguen labrando y organizando sus afinidades y encuentros con vistas al ecumenismo. Aprovechan la vastedad, la riqueza y amplitud de formas ideológicas y culturales de la nación, que ofrece oportunidades no tan propicias en otros países. El caudal es asom– broso e inagotable. El ensayo, gigantesco, tanto como la buena voluntad. El ideal remoto y a largo plazo. El mundo parece necesitar una nueva reden– ción, que ya se le dio: una redención ecuménica, mientras el Cristo yanqui, como las demás realizaciones de su Iglesia, entre eternidad y tiempos, sigue su calle de amargura, empedrada de reticencias y de sudores valiosos. El comité del Episcopado Católico está integrado por catorce obispos elegidos por la Conferencia Nacional de Obispos Católicos. Estos super– visan todos los diálogos oficiales con cristianos de distintas denomina– ciones. Han aprobado los subcomités para las discusiones bilaterales con el Consejo Nacional de las Iglesias, con la Iglesia Bautista Americana, con los Discípulos de Cristo, con la Iglesia Episcopal, con la Iglesia Luterana de América, con la Iglesia Metodista, con la Iglesia Ortodoxa, y con la Alianza presbiteriana reformada. Los asuntos que se discuten más frecuentemente son los que se refieren a matrimonios mixtos, participación eucarística, libertad religiosa y ayuda gubernamental a las escuelas dependientes de la Iglesia. El diálogo interreligioso con los judíos es parte imprescindible del movimiento ecuménico cristiano. El departamento de Fe y Orden promueve coloquios anuales con in– tervención de especialistas de casi todas las tradiciones existentes en los Estados Unidos. Sus tema han sido: la conversión, la evangelización, la 54

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