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sueño, y las noches de la luz oscura de lo inefable. Fue Lord Tennyson, el que dijo esto que, puesto en castellano -lengua en que debió haberse dicho primero tal cosa- escribió: «Nada digno de ser probado puede probarse o desaprobarse, y por lo tanto, sé prudente, y ateniéndote siempre a la parte más soleada de la duda, agárrate a la fe más allá de las formas de la fe». El núcleo activo del referido síndrome se encuentra el espíritu que en él, en Miguel de Unamuno, se personificaba y plañía: ¡Me duele el misterio! Pero ¿por qué tanto dolor y por qué tal arcano?. Sino más bien digamos: sosiego de la realidad percibida y aceptada, sombra y luz sosegantes, limpia medida de nuestro ser venciéndose hacia la adoración y el goce de la vida ya presente e inmortal. En verdad el mismo humanista cristiano, Unamuno, resolvía la cuestión a su manera: «Y el secreto de la vida humana, en general, el secreto raíz del que todos los demás brotan, es el ansia de más vida, es el furioso e insaciable anhelo de ser todo lo demás sin dejar de ser nosotros mismos, de adueñarnos del universo entero sin que el universo se adueñe de nosotros y nos absorba: es el deseo de ser otro sin de– jar de ser yo, y seguir siendo yo siendo a la vez otro; es, en una palabra, el apetito de Divinidad, el hambre de Dios». Es el perenne misionar de Dios en el que, aún hoy, miles de misioneros ibéricos se embarcan hacia el Nuevo Mundo que retiene el encanto del descubrimiento de su juventud fecunda. Los adioses de despedida quedan así menos que en amor y destino a Dios. 556 A Dios - Adios Cien libros sobre España en América leemos donde llevó su cruz y su cultura; pero eso, al fin, no es mas que historia pura; vosotros sois la presente hermosura de la Iglesia de Cristo, que, embarcándose en España, hoy repite en América su milagro y hazaña. Tenéis sabiduría, nostalgias y sonrisas, y sangre y corazón: sois mis hermanos. Trasatlánticos y aviones con sus brisas esperan bendición de vuestras manos.