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Bucea el yanqui por la herencia hispana y halla lingotes de oro, una armadura, un astrolabio, un cristo, una campana, un juego femenil de manicura para manos hidalgas. Y al fin gana, para su árbol de estrellas, la más pura. DIVAGACIONES CELTIBERICAS El celtibérico que contemple las panorámicas imaginativas y mentales de los Estados Unidos que se le pueden abrir para divagar sobre temas que atañen a los viejos países hispanos europeos, sin dejar del todo de lado a los suramericanos, se encontrará en oportunidad de contrastar y sopesar, no sin cierta inquietud, los juicios y actitudes de sus paisanos cuando refle– xionan sobre sus respectivos pueblos. Inteligencia y sentimiento, espiritualidad y desencanto operan a la vez en tales reacciones, que de or– dinario desconciertan al yanqui, si éste, no fuera casi siempre un pensador juvenil y futurista. Divaguemos, por ejemplo, con dos escritores corno Unamuno y Bara– ja, tan leídos y comentados en universidades americanas, y afines y a la vez disparados en sus apreciaciones. Ninguno de los dos estuvo en Estados Unidos aunque poseyeron esa intuición impresionista de escritores y poetas para ver y sentir lo extranjero, lo exótico, y en su condición personal se in– quietaron cada uno a su manera del futuro, tanto de este mundo como del otro. Y Miguel de Unamuno reflexionaba: Esto del otro mundo me recuerda el llamado Nuevo Mundo, el de allende el océano, y con él ciertas palabras de un norteamericano que trae el P. Bourget en su obra «Outre-Mern, y que dice: «Nosotros, los americanos, tenemos de bueno el no tener en cuenta el pasado de los hombres. Creemos que jamás es un hombre demasiado viejo para recomenzar su vida, y no vamos a buscar en lo que fue razones para impedirle ser lo que es o lo que será». ¡Nobles palabras!. Pocas fes hay, en efecto, más fecundas ni más nobles que la fe de que nunca es uno demasiado viejo para recomenzar la vida y para sacudirse el hombre viejo que le esclaviza. Por su parte, a Pío Baraja le fascinaba «la dulce Francia», cartesiana, enamoradiza y siempre discretamente burguesa dentro de cualquier ideología, mientras que a España le dedicaba su famoso lamento: 554

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