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Europa y Africa, se está configurando en campos de inteligencia y de sen– sibilidad en los hispanos de varios continentes. Esta Espafia rebasa prác– ticamente la historia, la idiosincrasia de las otras almas espafiolas. En un resultado necesario y superador. El presentimiento y la evidencia de esta Espafia parte del hecho siguiente. Son válidas la idea y la convicción de que es imposible calibrar la Espafia total con la percepción restringida de la actual Espafia europea. Es necesario y espléndido conocer y vivenciar las Espafias dispersas, acaso más intensas, más fieles, por sus mismas lejanías, que esta Espafia local, con– sanguínea y, en parte, bloqueada. Por los diversos ultramares espafioleados hay enclaves, nunca del todo solitarios, que incorporaron y difunden esencias de esta otra Espafia que redescubrir. Sus espafioles peregrinan o se enraizan como islotes de nostalgia, de resentimiento enamoriscado, de frustrado furor patriótico, con nimbos de apátridas forzados o como claveles reventones de desaforado amor a la reivindicación y a la guitarra. Y resultan espafioles sefieros. Su ac– titud sugiere lo de tantos buenos emigrantes de horizontes, para muchos de los cuales una sublime manera de ser patriota es no estar en su patria, para que les duela y les seduzca más, hasta que la recrean en sí mismos y la llevan por todo el planeta. Pero básicamente su propia patria se siente como un adorable cúmulo de imperfecciones, de atraso, de tiranías o decadencias. En uno de esos ultramares están el Caribe, con sus islas de paraíso, y los Estados Unidos de Norteamérica. Son zonas donde se puede vivir sutil y profunda hispanidad, por eso mismo que en la superficie puede aparecer más desvanecida. Los conceptos más refinados y las interpretaciones más jugosas de cualquier patria y cultura suelen perfilarse mejor desde fuera de ellas, en enamorada perspectiva. Quizá el helenismo no existió nunca mejor que fuera de Grecia, por ejemplo, en el Renacimiento. En la región del Caribe, tomemos en consideración lo hecho constar por el Dr. Eric Williams, primer ministro de Trinidad-Tobago en su reciente libro «De Colón a Castro». Analiza las culturas espafiola, francesa, británica, holandesa y norteamericana. «Espafia sobrevive aún por ahí: sus reliquias históricas a flor de tierra y submarinas, suscitan el interés aventurero y deportivo, aparte del económico y científico, por las exploraciones». Igualmente se pudiera hablar de una hispanidad yanqui, de promoción turística y de estímulos de ambiente. Los viajeros que suben a los aviones de las líneas del Sur y del Oeste suelen encontrarse en las escalerillas con un conquistador, aproximadamente disfrazado de Ponce de León, de Soto o de Gálvez. A la recíproca, se echan de menos en Espafia, a pesar de la pro– gresiva yanquización, la chistera, la levita, los pantalones a listas rojas y blancas y las estrellas del Tío Sam, con su barba lacia y puntiaguda de gallardo y amoscado caballero. 550
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