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unidad de las tierras de España, y pretendo la unidad de las Españas, que la unidad religiosa. (P. 247). Y cierra ese tema abundoso Pedro de Lorenzo con esta incitación: <(En el encuen– tro de esa conciliación, el escritor de mensaje tiene un gran tema». Estos y otros muchos fulgores de interés divino, por eso mismo que ilu– minan lo humano y literario, nos encienden la intuición y el discurso rigurosos de «Los Cuadernos de un Joven Creador». Tal cual chispa surge avisadora: «Piedad en Sancho, pidiéndole a Don Quijote que no se muera. Piedad de Alíoscha: único personaje bondadoso, angélico, de Dostoyevski, Piedad del Príncipe idiota, en el espejo de Cristo». Y en la referencia a Camus: «tira Camús un paralelo a la duda (yo no puedo dudar de que dudo) cartesiana: «Grito que no creo en nada, pero yo no puedo dudar de mi grito, y él me hace creer al menos mi protesta». El «joven creador» remansa su actividad tan fuerte y sutil, que nos estimula al recato y al sosiego; y por ello, a la gratitud hacia estas mentes jóvenes, oficiantes en liturgias de serenidad y armonía, cuales se viven en estos versos de José García Nieto a Toledo, imperial y garcilasista: «Ya la ciudad, doncella y temerosa, intentando escapar a más altura; pero, presa en la cárcel de tu vaso, diciendo, ahogada, con su voz más pura: «siempre ha llevado y lleva Garcilaso». EL DOBLON ESPAÑOL La nota española figura siempre en los desfiles y paradas -de Norteamérica, sobre todo en Nueva York y en los estados del Oeste y del Sur. En uno de estos espectáculos, durante el famoso Mardi Oras de Nueva Orleans, el tema en la gigantesca exhibición de más de cien bellísimas car– rozas fue la ciudad de Biloxi, la primera capital del territorio antiguo hispano-francés de la Luisiana. Su emblema era un doblón español, acuñado en oropel o aluminio donado por la Asociación del Carnaval de la costa del Golfo. Estas medallas del tamaño de los doblones, con otros dijes y abalorios, los arrojan al público los bizarros personajes de época de las carrozas, y suelen coleccionarse. El doblón representaba en relieve el mapa de los Estados Unidos dividido en tres zonas: la inglesa, la francesa y la española. Esta última era la más grande, con hiperbole evidente, pero no desmesurada en sus últimas intenciones, una de las cuales sería el estimular y hacer sentir en la conciencia del americano del Norte y del Sur ese modo de ser hispano que existe en la Unión y que no es fácilmente delimitable. Los norteamericanos llaman a sus vecinos de continente, del Centro y 548
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