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familias cubanas y que, forzosamente, se está transmitiendo con intensidad a sus hijos. Nadie sabe las consecuencias de un exilio tan amplio y concen– trado como el exilio cubano en Miami. Lo de menos, con ser inconmen– surable, son sus aspectos políticos, sociales y económicos. Lo más profundo y auténtico son !l'!s realidades sentimentales y morales y, por consiguiente, sobrenaturales. Y es ahí, en ese campo, donde se verifica la mejor superación a cuyo espectáculo y desarrollo es consolador asistir. Sería demasiado ingenuo, y desde luego injusto, magnificar esta superación del exilio, que tanta vitalidad supone en este pueblo cubano, de suerte que se olviden, por una parte, el trauma profundo y ex– tenso, de auténtica de laceración individual y familiar que han ocurrido en la vida total de los cubanos; y por otro lado, desconocer y desvalorar el contagio moral, el más sofisticado del mundo en la sociedad yanqui, tan pluralista y disparada. Pero aquí solo se pretende resaltar el sen– tido y la esencia del ~lma criolla, cristiana-católica de este exilio hispano, que, como tantos otros, han venido repoblando la América de los Estados Unidos. Con piedad inmediata y popular nos acercamos a ese santuario de la Ermita de la Caridad, no lejos del otro monumento de la Antorcha y la Torre de la Libertad ante la bahía de Miami, en el Parque de las Palomas. 542 Esta Capilla bendita con la bendición del Cielo es monumento y consuelo del corazón que nos grita: «¡Virgen de la Caridad y Bella Cuba añorada, sois el sueño y la verdad de nuestra alma desterrada, y sois la Patria anhelada ni perdida ni olvidada. Esta Capilla es un beso que envía Nuestra Señora para aliviarnos el peso del Exilio que La adora. Es santa y firme añoranza, es compromismo y deber de trabajar y creer que muy pronto en lontananza ha de triunfar la esperanza de a nuestra Patria volver. Desde el próximo horizonte del Cobre en la tierra amada, sobre el bohío y el monte,

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