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podemos olvidar nuestra condición humana y cnstiana de peregrinos. Peregrinos en tránsito sobre la tierra; peregrinos que no pueden ni deben adherirse a cosas y personas que encuentran al avanzar; peregrinos de Dios y hacia Dios. Pero tenemos los atardeceres, con esas horas del sentimiento, del amor y del recuerdo, que reunimos en una plegaria o un silencio sosegante. El café de «El Regreso» está más concurrido que nunca. Alguna noticia sobre el próximo regreso, que no se confirma. EXILIO ESPIRITUALMENTE SUPERADO Nos referimos a que «el exilio cubano» de Miami va siendo superado por el espíritu, la tenacidad alegre y las virtudes morales y físicas de los cubanos y cubanas que comparten el destierro. Lo importante es que esa superación se verifica sin renunciar un ápice a la esperanza, a la lucha y al ensueño por la Patria, que se vislumbra siempre desde aquí y que, a la vez, se ensancha en sus perspectivas de palmas reales, de calles doradas, de cañaverales y ciudades y playas risueñas. Es muy fácil decir que la superación -adaptación- razonable se va produciendo por fuerza de las circunstancias de tiempo -cinco, diez, veinte años de vida, que no se detiene-; de necesidades vitales -de subsistencia, trabajos, negocios y porvenir de los hijos-; por el amor juvenil, que traba– ja en los corazones lo mismo cubanos que americanos; y causado por una ley histórica poderosa que ha actuado en los Estados Unidos y que es su enorme poder de absorción de inmigrantes. Es el hecho que recordaba Osear Handlin cuando decía: Una vez pensé escribir una historia de los inmigrantes a América y descubrí que los inmigrantes «eran» la Historia de América. Como era de suponer, también en el inmigrante cubano están operando esas razones. Pero hay otros aspectos espirituales, entre los que interesa particularmente resaltar el siguiente y que explica mejor, al dignificarla, esta superación del exilio. Para muchos cubanos y cubanas, incluídos sus sacerdotes, los acontecimientos de su Patria y los infortunios del exilio, primero, y luego la contemplación y la convivencia de la vida religiosa americana, en Jo que tiene de magníficamente organizada, práctica y conse– cuente, ha sido un buen ejemplo maravilloso, y los cubanos vienen incor– porando esa ejemplaridad americana a sus sentimientos delicadamente espirituales, a su ideal, a sus luminosas maneras latinas de interpretar la vida civilizada y cristiana, materias en las que los cubanos son maestros. La superación del orden espiritual es, pues, un encuentro e incor– poración vital entre la espiritualidad americana y la espiritualidad latina, en este caso cubana, en la intimidad personal y en la vida pública de las 541

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