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añoranza ni la progresiva «yanquización» aminoran el vigor bélico del «¡volveremos!» ESCUELAS DE TERROR Hay quienes no creen en el pecado original e ignoran su evidencia, aun– que la viven. Sin embargo, las manifestaciones externas, la realidad del pecado original es indiscutible: los pecados actuales, las guerras, las con– tradicciones, los absurdos, las crueldades y las miserias de la humanidad son manifestaciones incontrovertibles de que algo malo se alberga todavía en la humana naturaleza y, de vez en cuando, aflora con refinamientos y malicias insospechadas. ¿Qué se puede decir, por ejemplo, de una humanidad que acepta como normales y como medio de superación de las injusticias humanas y de la conquista del poder, en el mejor de los casos, esas instituciones llamadas a la luz del sol «escuelas de terrorismo»?. Todos los poderes de este mundo conocen la institución, el funcionamiento y los fines de estas universidades de la barbarie en medio de una civilización que se considera la más competente y refinada de la historia. Hay complejos de edificios -no hace mucho bellos y sencillos hogares-, y de paisajes donde la naturaleza prodigó el regalo de su ar– monía y de sus colores para solaz de los humanos, donde actualmente se profesa, se enseña y se esparce el terror como disciplina, como arte siniestro y como táctica de renovación del mundo. Nos referimos en concreto a un sitio de las condiciones mencionadas como ese lugar tan conocido para los cubanos, que se llama tropicalmente Tarará, y que no es más que uno de tantos sitios sobre nuestro planeta en los que se enseñan las doctrinas y los procedimientos prácticos para «aterrorizar» a la humanidad como in– dividuos, como colectividades, como familia y como patria. So pretexto de no se sabe bien qué ideas, qué reformas o contrarrefor– mas y qué progresos y felicidades universales, que parecen exigir previas y fatales destrucciones, se enseña lo que pudiéramos llamar los antimanda– mientos: No adorarás, perjurarás, blasfemarás; nada de observar días ni horas para el culto ni el servicio divinos; deshonrarás a tu padre y a tu madre y hermanos; matarás; mófate de todo lo puro y santo; roba y atraca y secuetra; miente, sobre todo; desea y destruye lo que lo que los demás po– seen, hogar, mujer, hijos, campos, y ya que no te sea posible hacer todo el mal, aspira lo menos apasionada y fanáticamente a que se logre. Por increíble que esto pareciera a algunos visitantes eventuales que vinieran a la tierra de otros países estelares, la verdad es que existen esas monstruosidades en nuestro mundo; en este mundo al cual vino el mismo Hijo de Dios para decirnos a los hombres: ¡Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón!. Pero no valen divinos ejemplos ni doctrinas. Frente a ellos se levanta «el adoctrinamiento del terror». 538

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