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Los aleluyas de Haendel estallan en la Pascua: ¡Cristo ha resucitado!. El aire y la vegetación, tibios, de la Florida se entreveran con el decoro puritano y apacible y la esplendidez católica, bulliciosa y brillante de las almas y cuerpos yanquispanos del Profundo Sur. EL AMOR DESTERRADO Según la conocida leyenda japonesa, la princesa Kaguyamuni nació en la luna. Y tuvo allí un pensamiento de amor. Por el cual fue desterrada, o mejor dicho, deslunada y exiliada, y vino a pasar a nuestro planeta tierra. Aquí la encontró un labriego al abrir una caña de azúcar. Es imposible sustraerse al recuerdo de esta leyenda cuando se com– prueba la situación sentimental y espiritual del alma de los exiliados cubanos. Se podrán analizar las innumerables causas de orden histórico, político y social que han determinado el exilio. Pero en el transfondo de todas ellas subsiste una: un pensamiento de amor. Ese pensamiento y ese amor es Cuba. Es tópico en el mundo el canto estético, romántico, tropical y con el to– que de marfil, ébano y oro de Africa que enriquece lo cubano. La Perla de las Antillas ha quedado para la poesía y el turismo como una región paradisíaca de calma, de lánguida y luminosa felicidad, de ardiente ritmo. No es extraño que los cubanos del exilio, donde quiera que se encuentren, añoren Cuba, y añoren dulcemente, como escribía uno de sus grandes periodistas: «parece que el que recuerda a su propio entierro asiste. Pero recordar es siempre dulce» Ciertamente es dulce; pero a la vez estimulante y combativo, en este caso del exilio. Porque no se trata solo de valores estéticos de Cuba, sino de ideales de vida y gobierno, en virtud de los cuales el cubano sueña «con que Cuba pueda ser una nación medularmente consistente, en donde un buen pueblo se levante como el cerebro y luz de América. Son ilusiones, si se quiere, pero a ello invitan nuestro sol y nuestra naturaleza y ese grupo de grandes hombres, desde Arango y Parreño y Saco hasta Martí». Es pues, el alma cubana una confluencia de sensibilidad, de idealismo cívico y de acción positiva, más vital que dialéctica, a la vez que aceptadora y comprometida con las consecuencias, pues no en vano la canción dice: 536

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