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asentaron la primera cristiandad y el primer templo católico de los Estados Unidos. En el sur de esta Florida, muy cerca de Cayo Hueso -Key West– donde está el trozo de tierra más meridonal de América del Norte, comenzó a principios del siglo XX, la ciudad de Miami, capital viva y sentimental de uno de los exilios más originales de la historia americana: el exilio cubano. El exilio cubano puede servir de muestra de aspectos de la inmigración de Estados Unidos. Le preguntaban a un niño, nacido en Cuba y que ahora se encuentra en esta ciudad: ¿ Cuál es tu Patria?. Y respondió: Miami. Más conmovedora y desconcertante es la contestación de otro niño, también cubano, que a la misma pregunta contestó: El exilio. Ello quiere decir que El Exilio se vino convirtiendo en un situación esencialmente transeunte y provisional, pero revestida al mismo tiempo de características de estado normal, como de propio país incorporado a la vida real inmediata, y sin desprenderse de sus condiciones de alejamiento de Cuba. Esta situación tiene enorme importancia espiritual y cristiana. En el panorama de desgracias, de nostalgias, de anhe!os y rebeldías que la sola palabra «exilio» puede suscitar, hay que tener en cuenta tres aspectos que hacen el exilio cubano completemente distinto en el orden personal y espiritual de los demás innumerables exiliados que hoy vagan por nuestro mundo incomprensible. Esos aspectos son: primero, aparte de no renunciar nunca a su Patria, el cubano no se hunde en la desgracia, no renuncia a su felicidad ni a la de los suyos. Segundo: como consecuencia, el cubano no se abandona a la iner– cia, a la inacción, y al curso de los acontecimientos, sino que se conmueve y mueve, trabaja, progresa, asimila y actúa ya como si su «exilio» fuera su patria, patria provisional. Y Tercero: simultaneamente sigue considerando su vida provisional un exilio, una peregrinación, una etapa efímera para reintegrarse finalmente a la verdadera Patria que lleva dentro y sin fundirse nunca del todo con cualquier otro país que le acoge y a quien comprende, admira y agradece el siempre buen corazón cubano. Esto es, al menos, lo que puede percibirse con ejemplaridad en cual– quier grupo de exiliados cubanos de la actual generación. Este concepto del exilio y la manera de vivirlo se parece maravillosamente al concepto cristiano y a la manera sobrenatural de inter– pretar nuestra vida terrena como un destierro y peregrinación hacia la Patria, hacia el Fin Eterno. 529

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