BCCCAP00000000000000000000550
más cerca de la presente Miami, pasa por aquí Narváez, 1528. Escalante de Fontaneda y Hernando de Soto esparcen poblados minúsculos y fuertes desde 1538 entre marismas, arrecifes, jungla y corales de esta « Venecia americana». En 1564 se establece la ciudad más antigua de Estados Unido, y se dice la primera Misa del catolicismo norteamericano en San Agustín, donde aún se reproducen escenas y costumbres de los españoles entonces ar– rumbados, y de,de cuyo castillo de San Marcos se puede contemplar la ardiente escapada ele los cohetes de Cabo Cañaveral hacia los astros. Otra nueva Disneylanelia, en Orlando perpetúa la seducción del mundo infantil. Fantasía y conquista espacial compiten en esta península con sus juegos ele celuloide y el disparo estelar y matemático de los astronautas. La naturaleza subtropical ha proporcionado a Florida su triple sím– bolo: la palma real, el brote más distinguido del Trópico; el ramo de azahar del naranjo; y el canto místico del sinsonte, «mocking bird)), Aves purpúreas y flores de los más brillantes colores y formas pintan el follaje verde y el blanco azul de los cielos y las aguas de múltiples arcoiris para magnificar ese «sueño llamado Florida». Su cadena de cayos, de islas, se alarga hacia el Sur, guirnalda sobre mares de leyenda e historias bravas de capitanes, misioneros, cartógrafos, bucaneros y piratas. Sus barcos, naufragados o hundidos en el combate y en el abordaje, desaparecieron del horizonte y yacen bajo las aguas fantasmagóricos y lujosos, tentación para nuevos descubridores. El sosiego de las olas nos sugiere confidencia que perciben, sobre cubiertas y puentes submarinos, paisajes de palacios, recámaras, capillas, estandartes, Cristos e imágenes de Santa María, farolas y arcones con oro. Las aguas en torno a Islamorada y sus museos de tesoros hundidos y recuperados en parte y el ajuar de galeones españoles son el moblaje y decoración de los restaurantes turísticos de ahora. La ciudad de Cayo Hueso -Key West-- la ciudad más al Sur de los Estados Unidos, con la casa del enamorado espirituoso de los hispánicos, E. Hemingway, invita a lecturas de adolescentes y de señores noblemente fatigados del largo vivir. Pero también sobre el mosacio trémulo de estos mares y tierras en su época, de junio a octubre, se desbocan los huracanes. Nubes negras y cárdenas, de plomo rojizo y ágil, como montañas y olas amasadas de viento y fulgores, irrumpen, llevando en su centro los aviones de reconocimiento que las acompañan. Las palmeras se hacen medusas, diosas frenéticas, feroces y elásticas, para sortear, flexibles, el estallido ululan te de los huracanes floridanos, de nombres de mujer y de musa, Inés, Cleo. Re– cientemente los alternan con nombres de varón. Pero a las no muchas horas, vuelven los aires, los cielos, las calmas, y los sonidos confortadores. Todo sosiega de nuevo su vivir y se mueve imperceptiblemente, incluso el tiempo y la eternidad; todo aumenta y crece y se embellece como un respirar sin ángeles; todo se difunde como el flujo lunar del mar, de las horas, de la delgadez del pensamiento, como la respiración de Dios. Probablemente, tampoco salta por aquí «la Fuente de la Juventud Perenne». Pero, al 524
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz