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1. El particular requerimiento de la tarea juvenil en Latinoameríca. 2. Las comunicaciones sociales, para trabajar en favor del máximo control por la iglesia local. 3. La familia y la demografía. El catolicismo misionero del norte y el del sur de las Américas se pro– nuncian por el Evangelio y por su actualización, sin perder sus características respectivas. Estos tres elementos: hogar, visión económica y misiones, de inmediato no parecen tener demasiada relación. Pero es justamante en estas dimensiones dispares donde puede apreciarse el alcance y distintos niveles de la espiritualidad católica norteamericana. He aquí las ocho bienaventuranzas del hogar: Bienaventurado el hogar donde se ora, porque en él habita el Señor. Bienaventurado en el que se observan los domingos y fiestas, porque sus habitantes gozarán la Fiesta de los Cielos. Bienaventurado el hogar de donde no se sale para diversiones pecaminosas, porque en él reinará el gusto, la verdadera alegría y el placer cristiano. Bienaventurado el hogar donde no entran la blasfemia, la in– temperancia, la embriaguez, los excesos, las revistas y libros in– morales, ni el lenguaje indecoroso. Bienaventurado el hogar donde nacen niños y son bautizados a tiempo, porque así se harán hijos de Dios. Bienaventurado el hogar donde se ama y se aprende; donde las leyes de la Iglesia sobre la Misa Dominical, la Confesión y la Comunión, sobre ayunos y abstinencias, según las actuales nor– mas penitenciales, son fielmente observadas, porque en él la luz de la Fe viva se mostrará a los hombres. Bienaventurado el hogar donde se llama al sacerdote a tiempo para atender a los enfermos en peligro, porque la enfermedad será aliviada y la muerte será bendita. Bienaventurado el hogar donde los esposos se aman y los padres se confortan con el amor y la obediencia de sus hijos, porque esa será la morada de los hombres honestos, el santuario de las vir– tudes y el tabernáculo de la salvación. Estas líneas dibujan perfiles de épocas muy lejanas, más en la mente que en el tiempo. Sin embargo, no es raro encontrar barrios cristianos, e in– cluso de otras confesiones, cuyos fieles tradicionales aspiran a misionar y calculan en qué tanto por ciento y de qué modo personal han de contribuir a la conversión de los hombres y a la conformación de un mundo más religioso. El Obispo Monseñor Fulton J. Sheen últimamente ha venido dirigien- 50

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