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por las tendencias parlamentarias. Se relajan los controles de la prensa y la televisión. Los acontecimientos de Portugal y Grecia se tienen en cuenta. Los taxistas, son corteses -excepto con los conductores novatos- y agradecen la propina con toda dignidad. La gente parece conocer a Lincoln como «un hombre de pueblo». Otro de sus héroes es ALejandro Fleming, al que los toreros, tan beneficiarios de la penicilina, han levantado una estatua. Antes de la penicilina, ocho de cada diez toreros heridos en la plaza morían de gangrena, producida por los cuernos emporcados de los toros. El español es agradecido y goza de un gran sentido de la oportunidad. Están en el cuarto lugar en Europa en cuanto a la proporción de nacimientos, y su promedio de vida se eleva a 72 años. Y he aquí una paradoja: en un país, el más católico, las píldoras del control de la natalidad pueden encontrarse en la farmacia de la esquina sin receta. El reportero y un compañero eran tomados sucesivamente por británicos y franceses. Al declarar, apuntándose con el dedo: que eran de Estados Unidos, «la gente resplandecía aprobando». Los españoles tienden, como otros pueblos, no a prendarse de los pueblos como pueblos, sino más bien de la gente como individuos. En la Mancha, «el Hombre de la Mancha» habría necesitado una grúa, para alcanzar los molinos con su caballo y su lanza. Los nombres de las villas y ciudades suenan rotundos y armonisos: Mora, Madridejos, Man– zanares y Valdepeñas ... El turismo convierte a España en feria permanente, sus castillos se transforman en paradores, que preservan Jo antiguo y dan posada y relieve a los viajeros. En España se prueban las delicias de un buen hospedaje. Cualquier banda de buenos metales, en plazas de aldeas toca La Cabalgata de Las Walkirias. Granada le sugiere a un americano «la ciudad donde Fernando e Isabel descubrieron -del todo- a España, 1492, precisamente en el año en que su hombre, Colón, iba a descubrir América. Las campanadas de la Torre de la Oración siguen repitiendo sus tres avemarías. Granada destila, huele, está embalsamada de Isabel la Reina, que muchos españoles piensan que es the best man, el mejor espécimen humano, que han tenido. Poseer a Toledo es poseer España, y desde luego por mor del turismo son los autobuses de excursionistas y visitantes los que la poseen ahora y parecen absorber la ciudad, asfixiarla y desencantarla. La poseyeron los visigodos, la tribu germánica que dio a España ojos azules y rubias cabelleras. Los camioneros manejan sus luces y señales para dejar paso e in– dicar la oportunidad de pasar en los peraltes. La imagen del español relaján– dose o inactivo al sol, es desde luego totalmente distorsionada. Muy cerca de las corridas de toros y el fútbol está su afición al tenis, al esquí y al golf y demás. Su deportivismo es, sin embargo, algo postizo y forzado. 510

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