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a la súbita indiferencia por la cultura, sustituida por el ansia de fortuna por parte de los ricos, que hizo de éstos una clase de diletantes. Salamanca se convirtió en una escuela de jóvenes a la moda. Es claro io discutibles y simplistas que resultan estas apreciaciones, que olvidan el impacto del descubrimiento del Nuevo Mundo, entre otras con– mociones mundiales. Hoy es diferente. Salamanca ha recuperado gran parte de su prestigio y sus estudiantes, ellos y ellas no se distinguen de los de América, que por cierto, en número apreciable frecuentan los prestigiosos claustros y colegios de la universidad charra, plateresca y barroca. EL VALLE DE LOS CA IDOS De Avila, por Villacastin dejando Salamanca, se enfilan los peregrinos americanos hacia el Valle de los Caídos. Este «Arlington español», tan distinto del de Washington en tantos aspectos meramente visuales, guarda la similitud en el respeto y tributo a los hermanados en la última batalla y en la suprema esperanza. No impresiona demasiado a los turistas americanos, ni lo admiran como a El Escorial, monumento perfecto. Uno de ellos ve así esta obra colosal, grandiosa además por su paisaje y localización: Esta cripta, templo y santuario están rematados por una gigantesca cruz de más de trescientos metros, desde el suelo de la iglesia. Bajo ella se cobijan miles de caídos en combate en la guerra civil, 1936-1939, en aquel enorme ensayo de la Segunda Guerra Mundial. Se hizo con la idea de albergar también a los caídos leales a la República, fundidos todos en el holocausto y en el altar religioso nacional: todos dedicados a la gloria de Dios y de España. Aunque muchos hubieran sido ateos y detestadores de la España de Franco. Es un gesto de unidad y reconciliación. El Memorial es de apariencia mayestática y de arquitectura sobrecogedora. Los americanos consideran el conflicto español en conexión con su Segunda Guerra Mundial, que comenzó pocos meses después de la española. La «cruzada», la guerra civil última española había costado alrededor del millón de muertos. El pueblo de ambos lados se batió contra opresiones. En realidad a los norteamericanos les resulta difícil comprender nuestra guerra. Les desconcierta la persuación de la presunta unidad y unicidad católica cristiana. Una guerra cualquiera, máxime una guerra civil, no es propia de cristianos, y, según muchos de sus pensadores religiosos y 507
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