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tuye nota particular de la sociedad yanqui. En primer lugar porque se reconoce que esas exhuberancias y rigores de la juventud, por minoritaria que sea, son importantes, tanto en sí mismas como sobre todo por las ideologías y por el estímulo y promoción que se siguen entre los «sensatos», adultos y fuerzas representativas del modo de vivir americano. En segundo lugar, son decisorias las ideales exigencias de los jóvenes porque el espíritu y la tradición norteamericana, jurídica y literariamente, son propicios a una cierta violencia que roza la brutalida, tal, al menos, como se considera en otras latitudes. Hay además otra razón, perteneciente a esa juventud exacerbada: su virulencia se tempera, no solo por una temblorosa madurez de los años que pasan, sino porque en el mismo proceso arrebatado funcionan la razón, la estrategia y la planificación hacia los objetivos, que son tomados en cuenta por la inteligencia, el humanismo y los poderes establecidos. Por aquellos años, diferentes delegaciones juveniles se entrevistaron con miembros del gabinete, senadores, secretarios, ayudantes de la presidencia, funcionarios y ministros eclesiásticos, porque todos ellos fueron accesibles al diálogo, y aunque no estuvieron de acuerdo, compren– dieron. Walter J. Rickel declaró ante el Club Internacional de Prensa, de Washington: Admiro a nuestra juventud por su capacidad para examinarlo todo y para mirar la vida desde un nuevo ángulo y, desde el mismo, formarse un nuevo juicio respecto a la vida y sus valores. La prueba de una sociedad consiste en cómo responde cuando se halla sometida a juicio por la juventud. La mayoría de los conciudadanos, de alguna manera, simpatizaba y sintonizaba con la visión juvenil, aunque en cuestión de métodos y medios disintieran. Admitían «la bondad de sus motivos». El administrador de Correos, Winston M. Blaunt ponderaba el ánimo y la lógica de las deman– das generacionales: Es importante escuchar las preguntas y examinar las respuestas que ellos ofrecen. Existen bases para la comprensión mutua y para muchas diferencias; pero la diferencia de criterios es la fuerza anímica del proceso dialéctico que nos lleva hacia adelante. En resumen: ello es vital. Robert H. Finch, Secretario de Salubridad y Educación sentenciaba: La nación no puede avanzar en la atmósfera actual cargada de ira, miedo, desconfianza y recriminación. 495

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