BCCCAP00000000000000000000550
«Pedro Lorenzo es el hombre que sabe y puede quedarse solo, a quien angustia, por otra parte, su propia y cuidada soledad. En este gusto por los demás, en estar tan cerca y fuera de ellos a un tiempo mismo, hemos encontrado a Pedro de Lorenzo días y días, en páginas y páginas de su obra. El necesita mezclarse, con– fundirse, darse, porque en esto está la lucha, en esto está tam– bién el amor; pero más tarde h¿i de salir y ha de sentirse solo, le– jos, como nunca, del combate. Como Aldana o como Garcilaso: «-¡Cúan bienaventurado quien con la dulce soledad se abraza!» Se nos antoja la descripción ideal del combate espiritual de un religioso que aspira a la perfección en su doble vida activo-contemplativa, que dicen es la mejor y de la que alardean casi todas las instituciones ascético-místicas y de vida apostólica. La piedad augusta que trasciende del libro «Los cuadernos de un joven creador» no es una religiosidad de ¡Seftor! ¡Seftor! Es la docilidad de una fe pensante, conflictiva, dramática, pudorosa, que halla libertades en su misma enamorada abnegación y firmeza, sin desplantes ni agonías sonoras, sin protestación y sin ordenancismos. Es la fe de siempre, de la que saltan la lírica y la realización plena del vivir, de aquí y del más allá, la religiosidad que se verifica en la más íntima relación entre Dios y la juventud recreada y creadora: La «creatividad» que se evapora de la difusa y confusa juventud cristiana yanqui. La misma que puede sugerir el estremecedor verso de Federico Muelas, «otro joven creador»: «¡Cómo en tan clara luz, sangre tan viva! Aguarda sin partir y siempre espera, que el arte es largo, y, además, no importa» LOS «HIPPIES»: ELLOS Y «EL OTRO» Por los aftos sesenta, eufóricos y perdularios, de la juventud filosófica de Berkeley, San Francisco, en el consultorio del semanario católico americana El Visitador del Domingo, alguien que firmaba como «Desorien– tado» dirigía la siguiente pregunta: -¿Cree usted que todo eso de los «hippies» es malo? Algunos creen en Dios. La mayoria de ellos no quieren la guerra. Y no faltan quienes parecen y son buenas personas. En cierto modo contestó a esta cuestión el Papa Pablo VI al tratar el tema al que se refirió en varios de sus discursos semanales: la exigencia religiosa del hombre de hoy. Mencionó a los hippies. «¿Por qué no recordar a aquellos jóvenes «hippies» que hemos visto retratados con inscripciones de gran evidencia en sus rudimentarios in- 485
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz