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Pike, quien murió trágicamente, perdido en el desierto, cerca del mar Muer– to, mientras investigaba las huellas histórica de Jesús en Tierra Santa - «Chris», como le llamaban sus compañeros, dislocado del propio hogar, por sus vicisitudes ideológicas y sentimentales, se había dado a las drogas y otros excesos, hasta parar en el tedio depresivo. En el Nuevo Testamento encontró a Jesús, al que buscaba su padre: Jesús viviente e histórico, su biografía de peregrino Redentor por esta tierra y en su permanencia activa en lo eterno. Le sobrecogieron su Palabra y su Amor. El joven cae de rodillas: ¡Jesús, te necesito, te quiero! Pero no se resignó a la inercia. Aprendió, leyendo a San Pablo, la verdad dramática del combate espiritual entre las fuerzas que pugnan por triunfar en las almas de los hombres; y se dedicó al «ministerio de la calle», labor de propaganda religiosa, habitual en Estados Unidos. Por su parte, el ex «hippie» Bud Moegling's alcanzó su «sueño». Ex– ponía a cuantos querían oirle, en sus pequeñas reuniones de vida común para la oración, las lecturas de la Sagrada Escritura y música religiosa, su mensaje: «Todo aquel que busca amor y esperanza, en realidad está reclamando a Cristo. Requerimos el amor y el perdón de Cristo y una vida nueva. Cristo es la solución viva: la energía resolutoria y pacificante». En la parroquia del Santísimo Sacramento, de la ciudad de San Fran– cisco, California, se va a celebrar un acto religioso de participación. Unos dos mil quinientos jóvenes, dentro y en los alrededores, asisten con el colo– rido y la densidad ahora corrientes. Un coro de negros bautistas canta detrás del altar, mientras una orquesta de juventudes católicas les acompaña. Celebra la misa el padre Joseph Fulton, de cincuenta años y cabello gris. La misa se dice en inglés y la plegaria eucarística es la II. Después de la proclamación del Evangelio, el predicador ha hablado acerca de la vida cristiana. Terminada la función sagrada en la iglesia, la mayor parte del público joven baja a los salones parroquiales, en la cripta,, para tomar un refrigerio y proseguir la segunda parte de la reunión. Hay can– ciones populares, espirituales en grupos pequeños o a coro, por todos. Se levanta un joven que lee un breve pasaje bíblico. Una joven expone cómo una de sus amigas descarriada ha aceptado a Cristo. Y la presenta. El público reacciona: «Amén. ¡Gracias a Ti, Jesús! De improviso, todos oran, simultáneamente en tono tranquilo. Per– sonalmente van dando gracias por favores logrados y van mencionando a otros que los necesitan de Cristo. Como un reportero comunicara su extrañeza y comentara con una religiosa asistente que aquel acto podría 480
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