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ciones que escandalizan la piedad y la vida espiritual profe– sionalizada, no siempre escandalizan a los jóvenes, ni en general, a 105 seglares. Y, en cambio, sí les chocan otras, en apariencia menos importantes, y que nos pasan desapercibidas a los eclesiásticos. Uno de los asistentes, miembro de la Sociedad de Padres de Familia, corroboró la observación del Arzobispo: Me echo a temblar cada vez que mi hija, de catorce años, va a una de esas películas. Pero tengo que reflexionar, porque lo he comprobado, que su actitud, sus hábitos, sus juicios y sen– sibilidad difieren notablemente de los míos. Y quedo algo desconcertado. Entonces -cuestionó alguien- eso quiere decir que un Prelado o Pastor de almas, al dirigirse a su público que desea saber, ¿no puede ofrecernos una moral fundamental cristiana frente a la cual puedan ser juzgadas esas películas? 472 El aludido Arzobispo aclaró: Ciertamente existe esa moral. Y hay que exponerla claramente, exigirla y referirla a la responsabilidad de cada cristiano. Y en su exacto valor normativo. Más aún, es digno de notarse que los primeros en reclamar esa ley o norma son los mismos fieles. Por esta razón, por la exactitud rigurosa de la ley, no podemos descuidar los casos particulares de personas y de grupos. Y contó este caso: Una película rusa, de propaganda, exhibe el linchamiento de un negro en Los Estados Unidos para poner de manifiesto el odio y los disturbios raciales que reinan en nuestra América. Pero he aquí que el negro, presuntamente pobre, luce buena ropa y zapatos lustrosos. El público captó la buena apariencia en el vestir del negro americano. Y la película produjo el impacto opuesto al que se proponía. En este filme la gente pasó por alto la violencia y el linchamiento, y se fijó en un valor secundario: los signos externos de bienestar. En todo caso -matizaba- no hemos de desdeñar la exposición positiva de verdades cristianas, reparando solo en aspectos sexuales. El P. Andrew, inglés, mostró su conformidad: