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por consiguiente, lo han de ser la ideología, el lenguaje, la realización y las perspectivas. Ese cine constituye una invitación incitante a nuevas metas y voluntades artísticas. En todo caso, son experiencias estéticas que están llamando a las mentes más sensibles del arte cinematográfico universal. El cine latinoamericano está entrando por la puerta grande de la inteligencia y del arte, como lo han venido haciendo sus demás manifestaciones de cultura, desde el momento mismo de su revelación como nuevo continente. Señalemos como fulgor presente el de su poesía y novelisticas actuales. Contemplar ese cine produce impresión parecida a las de sus tierras, paisajes y gentes, con ímpetus generosos y caóticos, de contrastes cuya trasposición al arte subyuga y a la vez desconcierta, por eso mismo que acierta. VISIONES A DOMICILIO Vivimos en la edad visual, es decir: en un época en la que nuestros co– nocimientos nos entran, más que por los libros y por el oído, por los ojos. De ahí, el triunfo del exhibicionismo en todos sus aspectos desde la desnudez hasta la contestación. Ellos, además de un progreso y una facilidad, es un deleite típico de nuestro tiempo, aunque no deja de tener sus inconvenientes. Uno de éstos es que puede paralizar o menguar las opera– ciones intelectuales e imaginativas, por falta de uso y de necesidad. Oímos mucho, vemos mucho más, y acaso entendemos y soñamos menos. Cuando se habla de época visual, los estudiosos se refieren en concreto a la era del cine y de la televisión. Bastaría decir a «la del cine», puesto que la televisión en parte no es otra cosa que el cine a domicilio. En consecuen– cia, se necesitan educación e instrucción, sensibilidad, inteligencia, y gusto para el perfeccionamiento de esta condición audiovisual de nuestra civilización. Los centros docentes del mundo, desde la universidad hasta la escuela primaria, se van adaptando para procurar una cultura cinematográfica propia de nuestra edad, con el fin de formar criterios en la percepción de las cosas que nos proporcionan los nuevos instrumentos de ciencia, de arte y de diversión: de cultura, en una palabra, cultura que se presume ya electrónica y extraterrestre. Uno de los principios que rigen la nueva pedagogía acerca de la disciplina cinematográfica es que cuanto mejor aprendamos a ver películas, mayor oportunidad habrá de producirse y de contemplarse filmes de categoría. El fin de la enseñanza hasta ahora ha sido modelar letrados y científicos. En esta época de las artes visuales, la educación se ha propuesto además otra meta: hacer a la gente cineísta tanto como humanista y técnica. He aquí el hecho: en esta segunda mitad del siglo veinte, el hombre se desa– rrolla en un mundo dominado por la imagen proyectada, mucho más que por la palabra impresa. Y esa imagen irrumpe en el hogar y en la concien– cia. Para protegerle de ese incontenible frente de vivencias visuales a las que 469

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