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pre resurge. De momento puede observarse como característica especialmente del cine precursor latinoamericano el hálito de una enérgica sociología reivindicativa que vaticina una época de castigo y catarsis. En resumidas cuentas, no se puede dejar de ver, venturosamente, aun– que con cierta melancolía, ese «más allá» hacia el que apuntan crudas y desnudas las culturas decadentes y decisivas. El cine en los Estados Unidos, y se pudiera decir en el mundo entero, ha conquistado la rutina y en ella se han instalado, como otras ideas y cosas del país: la confortabilidad mecánica, la libertad, la técnica, el vaivén religioso, el paso hacia la era del ocio y del bienestar, la apertura espacial y la contradicción política. Son lo cotidiano en la que lo magnifico y lo discordante se nacionalizan en seguida. No es que falten arte, interés y belleza; sino que estas tres cosas se han convertido en bienaventuranza de la vida corriente y obligatoria. La realidad es que el cine yanqui no se ha in– movilizado en ninguno de estos valores. Quizá el secreto esté en la expresión con que alguien contestaba a la pregunta: Ustes ¿va al cine? Muy poco. Lo que ocurre es que mi vida es cine. Algo ha venido aconteciendo al cine en estos últimos afios en virtud de los signos de los tiempos. Uno de los síntomas sefialados es que la era y el mundo de las superestrellas parecían estar desvaneciéndose. Se fueron los afios en los que el nombre de un astro o de una estrella bastaba para el éxito artístico, económico, sentimental y contemplativo. Estrellas como Greta Garbo, Betty Davis, lngrid Bergman, loan Fontain, Elizabeth Taylor, Katheryn Hepburn o Marilyn Monroe -ésta trazó una sutil frontera- y astros como Clark Gable, Gary Cooper, Spencer Tracy, Rex Harrison, Yul Brynner o Richard Burton, eran protagonistas no sólo del personaje que representaban, sino sobre todo, de si mismos. El público realizaba en ellos y en ellas todas sus capacidades de ensuefio y de mito y se los incorporaban en su cotidianidad reconocibles y amados como sus mejores vecinos. Ahora los protagonistas son los temas y las situaciones, generalmente conflictivas, de primer plano: guerra, discriminación, hiato generacional, revueltas universitarias y liceistas, las drogas, la alienación y desde luego, el cuerpo, simplemente el cuerpo de mujeres y de hombres. Todo ello sazonado con estruendos, discordancias, y relámpagos de alucinación. No hace falta hacer comparaciones. Pero se comprende fácilmente que para representar aberraciones o sublimaciones mistagógicas, exhibicionismos de animalidad resplandecientes y sensualidades atroces y líricas, los meros cuerpos anímicos sean los intérpretes más a propóstito, por su anonimato y su facilidad, para sustituir el genio y el talento del verdadero artista. En el mundo yanqui, por otra parte ahora, el cuerpo humano es idea, deporte y estética, más que riesgo de placer o moralismo. Para lo estético y lo moral no basta la inmersión en el paisaje del cuerpo. 466

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