BCCCAP00000000000000000000550
característica que suele sobrevenir súbitamente, tras un período de conten– ción, de indiferencia insensible, de aguante y de cálculo que fácilmente se considera paciencia. Por ello, cuando se dispara, se evidencia fría, im– placable, racional, útil y automática. La lucidez y hasta la buena voluntad suelen acompañarla. Estas notas de la violencia americana -que muy poco tiene que ver con otras violencias estériles- se echan de ver en todas las manifestaciones del orbe yanqui. Igual en sus campos de beisbol y de su fút– bol, como en los libros y actitudes de su filosofía, de lógica duramente per– filada; cuando toman decisiones políticas y enconómicas, casi siempre sor– prendentes, y cuando reivindican su trabajo, sus razas, sus patriotismos y sus libertades; tanto si cuidan sus relaciones públicas, exigentes de sonrisas, como si calculan simétricamente sus formalismos de etiqueta y parada y si esparcen sus auténticas maravillas de generosidad, con el mejor corazón, sobre la faz del planeta. Nunca falta ese leve matiz de violencia ni en su auténtico candor, ni en su diplomacia, ni mucho menos en la fría y piadosa serenidad -rara vez llega al entusiasmo o el fervor- con que clérigos y fieles reclaman la puesta al día de sus respectivas iglesias. No es exageración sospechar que la violencia es un honor riesgoso en el americano. Es im– ponderable y constante en la realiad y en la ficción de su idiosincrasia na– cional. Pero la violencia más superficial y evidente y, por consiguiente, teatral, para la galería, y sin embargo verdadera, es la que exhibe y ejemplariza su cine y que se inimitable por otros cines. La agresividad aventurera del espectáculo cine se ha encontrado armónicamente con la saga del pionero del padre peregrino puritano y duro y del imperio brusco, ruidoso y demasiado moderno y tecnificado de Norteamérica: tales rudezas se han hecho sustanciales en la misma concepción y en el éxito de su cine universal. En el año 1963 se echa de ver esa violencia yanqui en la película «The Great Train Robbery». Y alcanza una de sus cimas en la sangrienta balacera de Warren Beatty y Faye Dunaway en «Bonnie and Clyde». Tan real como es la violencia es el juicio que sobre ella se ejerce. La industria cinematográfica fue oficialmente incluída entre las causas de la violencia nacional que en 1968 culminó en los asesinatos de Martín Luther King y de Robert Kennedy. MAQUINA Y BELLEZA El perfeccionamiento incesante de los medios, la maquinaria y utillaje, las nuevas inquietudes artísticas, y, sobre todo, la insustituible inspiración del relato cinematográfico han de considerarse más importantes que las espectaculares vivencias amorosas o violentas. En muchos de los avances de la técnica y del arte cinematográficos los americanos reconocen que los ini– ciadores fueron los cineastas europeos. He aquí algunos ejemplos de tales innovaciones, desde luego relativas, pero que abrieron grandes 464
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz