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testigos y expresión, no solo de la sociedad, sino también de los heroísmos y mostruosidades de ciertos tipos individuales que representan la excepción en el mérito, en la perversión o en el refinamiento: el superhombre y el super– monstruo, dos creaciones yanquis. Nos referimos más de inmediato al cine americano, pero sin olvidar que con frecuencia los nuevos aires, osadías e inspiraciones llegan de Europa. Característica general del cine reciente es la escasez de esencias y modos del lirismo romántico, a pesar de la constante validez y actual efervescencia de muy variadas «historias de amor». Lo obsceno y lo por– nográfico son síntomas de esa degradación de lo lírico, y se siguen cultivan– do, se dice, como dato, como anécdota y desde luego como desnudez. Esta, más que exaltación del cuerpo, es desarmonía sexual. La desnudez estaba proscrita del cine americano hasta alrededor de 1960, así como el lenguaje fuerte, excepto algún «hell» o «damn». Se ex– cluía la simple alusión a la homosexualidad. Naturalmente hablamos del cine en general para el público medio. A fines de la década del sesenta el sexo se había convertido en algo esencial y corriente en la película media. La mayoría de los cambios ocurrieron durante el segundo lustro de esa década, aunque ya desde el 61 se prescindió gradualmente del Código de Producción de Hollywood, que había dictado hasta entonces los cauces morales de los creadores de películas en la Meca del cine. Desde entonces los filmes de todos conocidos fueron ampliando el exhibicionismo de imágenes y palabras; y paralelamente las calificaciones se fueron matizando y hacién– dose más eufemistas. Por ejemplo la clasificación de «sugerido para público maduro» -Suggested for mature audience- prevenía a los padres y descargaba en ellos la responsabilidad de la asistencia a esas películas, que no parecían aptas para todos los miembros de la familia. La llegada de la cotación «X)) en 1968 dió paso a películas que en virtud de esa calificación trataban con pretextos generalmente burdos, el tema sexual y se podían ex– hibir normalmente en cines de tipo general, en vez de reservarse para locales restringidos. El hecho es que en Estados Unidos y por todo el mundo quedaron criterios de moral defensiva contra el cine. Su aplicación por las respectivas censuras solían adolecer de tardías y represivas, además de no cumplirse, con lo que mantenían las dos morbosidades: la de lo clandestino y la de la astucia vanidosa de engañar. El proceso de aflojamiento prosiguió. Piedra miliar fue la película «Who's Afraid of Virginia Wolf». «The Pawnbrokern tuvo sus dificultades por su desnudez de bustos. Pero fué «Hawaii» la que impresionó con sus nativas tal cual vestían a la llegada de los misioneros. Campearon en los años siguientes «Blow-Up» y «l am Curious Yellow», irrumpiendo ya en campos de perversión y lesbianismo. No digamos que la mancha de aceite se fué extendientdo. El ánfora se vació casi simultáneamente en todas partes. Es tópico ya tener que decir que la violencia es una constante del modo de ser, de vivir, de pensar y de actuar del americano. Es una violencia 463

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