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hombre y del paraíso, fáciles a moldearse y recibir el espíritu en arquitec– turas y paisajes. El adobe californiano, como el latinoamericano y espafiol, tiene la plasticidad y el realismo ascético y sofiador de la mente de Dios om– nipotente y artífice. Así se entiende la terrenal bienaventuranza de estas ciudades masivas como el caos y sofisticadas hasta el delirio; y a la vez, pobladas de humanos que ensalzaron sus servidumbres a la máxima libertad y al pensar y sentir y aparecer más excitantes. Los Angeles y San Francisco son dos ciudades de demonios y de querubines, aptas para santificarse. Su lírica, piedad y mística surgen sólo por contemplar y mencionar cosas, ideas, seres abstractos o concretos, dogmas sin riesgo de controversia. A todo esto tan desmesurado ayudan los palacios, el naturalismo y las co– munas, los desiertos, los bosques de sequoyas, los valles de la muerte de California, y sus partidas a los astros y sus universidades. La capilla de la Misión Dolores, de San Francisco, fundada en 1776, el mismo afio de la Proclamación de la Independencia americana, celebra sus ritos católicos en nuestros días. Una simple hoja nos lo anuncia. Misa, novenario, promesas, votos y romería, mercado con todo el colorido indio, mejicano, hispano, yanqui: californiano, del eterno Oeste. La hoja nos documenta: El nombre popular de «Dolores» proviene de su proximidad a una antigua «laguna de los Dolores». La iglesia misión se cons– truyó y se inauguró en 1776. El primer matrimonio se celebró el 7 de enero de 1777. El primer bautizo, de indios, se celebró el 24 de junio de 1777. El primer entierro en la iglesia de la Misión, tuvo lugar en marzo de 1777. Dofia Concepción Argüello fue bautizada aquí el 26 de febrero de 1791. Dentro de la iglesia están enterrados: en el santuario, el Muy Reverendo Richard Carroll, Pastor (1853-1860). Delante del lado de la epístola, el Capitán Don José Joaquín Moraga, cuyos restos fueron trasladados a la «nueva iglesia» el 8 de abril de 1791. Detrás de la Misión, yace Alexander Leidesdorff, prominente pionero, La primera piedra de la iglesia actual la puso el Padre Palou el 25 de abril de 1782; y la dedicó probablemente en el Domingo Laetare, el 3 de abril de 1791. La iglesia tiene 114 pies de larga, 22 de an– cha y sus paredes de adobe miden 4 pies de gruesas. El tejado es de maderas y tejas. Las vigas del techo son de tosca cafia desvastada amarradas con cuerda ruda. Se usaron en la estruc– tura general pernos de madera «manzanita». Los cielos se con– servan decorados por los indios con colores vegetales. Después de leer esta simple hoja parroquial, es confortable visitar la Universidad Pepperdine, en Malibú, próximo a los Angeles, donde se enseña el humanismo pleno de la formación de cada alumno, uno a uno, con multitud de profesores individuales, a lo Platón y Aristóteles, donde 458
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