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García Ordoñez en su novela, libro de caballerías «Las Sergas de Esplan– dián». A su país lo imaginaban, ya en tiempos de las Cruzadas, como una isla poblada de mujeres guerreras. Esta leyenda iba en las mentes y fantasía de algunos españoles al llegar a Méjico, al norte del cual estaba el oro. FRAY JUN!PERO DE CALIFORNIA El hombre escogido para desvelar este estado «místico» fue él mismo un místico, un asceta y un apóstol: Junípero Serra. Nació en Petra, Mallor– ca, el 24 de noviembre de 1713. A los 17 años ingresó en la Orden Fran– ciscana, el 14 de septiembre de 1730 cambiando su nombre de Miguel José por el de Junípero, en recuerdo del singular compañero de San Francisco, quien deseaba un bosque de «juníperos». Soñaba con el apostolado y mar– tirio en las misiones; pero hasta 1749 tuvo que contentarse y perfeccionarse con el estudio y la enseñanza de la filosofía, teología y predicación. En el mencionado año consiguió ser enviado a Méjico con sus hermanos de orden Palau, Crespi, Vicente y Verger, compañeros de labores evangelizadoras. Tras nueve años de labor en la Misión de Jalpán, en 1767, al ser expulsados los Jesuitas de los dominios de España en ultramar, tomaron los fran– ciscanos los puestos que aquellos tenían en las misiones. Al conocer Serra este su destino, dice su colaborador y no menos ilustre 4 ue Palau, que Junípero se quedó mudo de emoción y alegría. Iba a realizar su sueño cuan– do contaba ya 56 años. Incontables son las peripecias de su labor ministerial y también de humanas intrigas de los hombres grandes que intervienen en la historia, a veces con mezquindades y en confusión entre lo divino, lo humano, lo político, pendencias con los propios y asaltos de los indios. En un lugar llamado del Espíritu Santo, en la frontera que separa los Estados Unidos de Méjico, el 16 de julio de 1769, fue fundada la misión de San Diego: «piedra angular de la civilización en California», como dice el escritor americano Hunt Jackson. La «expedición Sagrada» para asegurar a California se había cumplido al alcanzar San Diego, a las pocas horas del último día del plazo que se habían dado para regresar a Méjico. El Padre después de Misa Solemne y de invocar al Santo Patrono de California, San José, desde una colina avistó la nave que hacía posible la continuación del plan misionero. Un soldado escribió a su familia en España: Cuando el Padre Serra pide milagros, éstos suceden. La siguiente misión de Monterrey fue sugerida por Junípero porque el ambiente y paisaje le recordaron su tierra natal, Mallorca. Plantó allí la cruz debajo de un roble, no lejos de la playa en presencia de los nativos. El reino español de la Alta California quedaba fundado por los indios y los españoles. Dice un norteamericano: 454
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