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seguirá haciendo catacumbas y catedrales, museos, santidad y sistemas sociales, de suerte que una fase provisional del catolicismo en este mundo es quizá forjarse su propia tantación en todos los campos: el personal, el social y el metafísico. Responderá a todas las llamadas del tiempo y de la vida, porque la valoración de Jo temporal es una exigencia de lo eterno. Más que nadie, quien entra en contacto con Dios y su orden, apremiará a la in– quietud humana para que fructifique en gozo y salvación. Y en el plazo más corto posible, porque nunca está lejos el momento de adentrarse como el pintor, en su propio cuadro, y esta vez, sin retorno. DEPORTE HUlvfANISTA Y CRISTIANO De modo corno en el turismo, los estadounidenses mantienen indudable primacía en cantidad y calidad en el campo del deporte. Se ha intentado calificar a este siglo XX como el siglo de! deporte. Son muchos los acontecimientos científicos, políticos e industriales que podrían aspirar al honor de bautizarlo. Las incipientes exploraciones espaciales, el hecho simple y desorbitado de que el hombre haya puesto físicamente su pie en la luna corno principio de avances imprevisibles, los medios de Comuni– cación Social como realidad inundadora de la información planetaria y el mundo nuevo de los plásticos podrían con toda justicia apadrinar al Siglo XX, y hacer la competencia al candidato más sobrecogedor: el atómico. De cualquier manera el florecimiento actual del deporte es sustancial. Hay una razón indudable de su preponderancia humanística: es que el deporte, por su naturaleza, afecta a la juventud con urgencia inmediata y prepara la próxima generación. Es vida de hoy y vida del inmediato mañana. De aquí se derivan todos sus valores humanísticos: biológicos, estéticos, éticos y espirituales, olímpicamente exaltados y promovidos por nuestra literatura y sociedad de consumo. En las crónicas con pretensiones menos literarias, como son las depor– tivas, nos encontramos con fragmentos retóricos dignos de Píndaro inmor– talizando victorias, o del académico francés Gillet, derritiéndose ante las catedrales de la Cristiandad. El énfasis, por lo menos tan bello como lo abstracto y el neorealismo, ha encontrado su refugio en las fastuosidades deportivas y singularmente en la '"º"_u,n.. ,u Las palabras visperales de los entrenadores, críticos y directivos de los clubs, suenan y se difunden en labios de mensajeros con antorchas como oráculos de Delfos o ambigüedades sibilinas o como los signos poemáticos del Cid en sus cabalgatas, cuyo sino dependía del vuelo de la a derecha o izquier– da. Un reconcentrado uno a uno en el marcador entre Penínsulas -la Itálica y la Ibérica- que antiguamente para los griegos dieron nombre y situación a la estrella d.:: la tarde, y, luego, a Dante pretexto para localizar la primavera en el Occidente español de donde se levanta el aire que abre las 451

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