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modo de vivir sus convicciones, incluso dentro de la misma fe. Hay una actitud que indudablemente hemos comprobado que edifica a la comunidad católica norteamericana siempre que convive cerca del latino. Es una virtud clave en la Biblia y en el catolicismo romano. La mencionaba con reconocimiento un obispo de la Florida: -En todo caso, la religiosidad hispana nos es ejemplar en su piedad filial y familiar: en el respeto, amor y atención a sus padres y a sus abuelos. No hagamos demasiada cuestión de que se nos considere «emo– cionales». Es otra virtud el buen ánimo de captar, en lo posible, los mejores ejemplos y asimilar y comunicar la gracia de contemplar y vivir la espiritualidad del Norte y del Sur. De esta suerte, y acaso gracias al turismo, a la buena voluntad, al estudio y el trabajo ministerial, sentimos que, para labios yanquis y para corazones europeos, esa exclamación del devoto semanario de Texas: «Divine Love», ¡Latinoamérica, Latinoamérica! suena algo así como una jaculatoria. MAS SOBRE LA PROYECCION ECUMENICA La justicia, la caridad y la benevolencia se pueden considerar como cortesía y placer en el turismo. Pero además pueden ser ocasión de frater– nización y convivencia, acaso fugaces, pero entrañables, en la adoración. El Magisterio eclesiástico del Decreto sobre Medios de Comunicación Social parece incluir el mejor fruto del turismo: nos ilumina y da más precisión acerca de los aspectos teológicos que el turismo lleva consigo: «Entre los maravillosos inventos de la técnica que, sobre todo en nuestros tiempos, ha extraído el ingenio humano, con la ayuda de Dios, de las cosas creadas, la madre Iglesia acoge con peculiar solicitud aquellos que miran principalmente al espíritu humano y han abierto nuevos caminos para comunicar, con extraordinaria facilidad, noticias, ideas y doctrinas. Entre tales inventos sobresalen aquellos medios que por su naturaleza no solamente pueden llegar a mover a cada uno de los hombres, sino a las multitudes y a toda la sociedad humana, como la prensa, el cine, la radio, la televisión y otros semejantes, que por ello pueden llamarse con razón medios de comunicación social» (lnter Mirífica, 1). Por su parte, la Instrucción Pastoral de la Comisión Pontificia habla expresamente de la «intercomunicación» entre los hombres como medio obligatoriamente destinado a la glorificación trinitaria. «Por su propia naturaleza, la comunicación social intenta crear en los hombres un mayor sentido comunitario, aumentado el intercambio entre unos y otros. Y así todo hombre unido fraternalmente a los demás con- 445

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