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comunicarnos con Dios, los medios de comunicación social, es decir, la Prensa, el cine, la radio y la televisión nos ponen en comunicación con todos los hombres: comunicación cristiana, con el hermano, «encarnación» de Cristo. Junto a estos medios, y mereciendo ser estudiado como uno de ellos, el turismo ofrece realidades y características propias y exclusivas. El turismo es en sí mismo comunicación, comunicación la más efectiva y cálida: es comunicación personal y de grupos, es trato de gentes, favorablemente dispuestas a informarse, conocerse, admirar, adivinarse, entenderse y amarse. Es comunicación social y participación curiosa y fraternal, total, folclórica, en el más noble sentido de la palabra, como expresión y percep– ción del alma entrafiable de los pueblos y sus gentes. Los hombres y las mujeres de hoy pueden recorrer incansa– blemente la tierra en busca de paisajes, museos, emociones, foto– grafías y contactos humanos. La estirpe de Adán y Eva, en la pregustación de los viajes siderales, está revistando con entusiasmo y premura el contenido de su habitación y morada, la Tierra, como si tuviera urgencia de hacer un inventario antes de partir definitivamente a alguna parte. El catálogo es gigantesco y proporcional a esa rueda inmensa de turistas que gira por los caminos de la Tierra, del aire y del mar, y que, llegada a cualquier destino turístico, hormiguea por rnontafias, ciudades, pueblecitos, playas, lagos y desiertos buscando ansiosamente no se sabe qué. Desde el punto de vista de los ángeles, esta trashumación y trasiego, en apariencia gregarios, de las humanas gentes tiene que ser un espectáculo co– lorista y enternecedor, a la vez que indicio de que el alma de los hombres se está transformando. COMPRENDER ES AMAR, TAMBIEN EN EL TURISMO De inmediato, comprender es igualar, situarse en un plano de inteligen– cia y de sensibilidad abierta, en la cual situación es fácil que se promuevan la simpatía, el afecto, el amor. Mauricio Metterlink pensaba que bastaba mirar intensamente a un ser para amarlo. Lo primero es, pues ver, tratar, conocer. Tal es el proceso de nuestras relaciones humanas, y tales son la oportunidad, la buena maestría del turismo, y de la información que pro– porciona hasta poner a los humanos en clima de entendimiento y de amor, el mejor camino para la armonía. Quizá estarnos comenzando así a dar sen– tido y valor a esa nueva era que se nos anuncia inmediata: era de la disten– sión, del ocio responsable y vivo, de la verdadera hermandad a nivel planetario y, desde luego, a nivel religioso y sobrenatural. Los sacerdotes también se tornan sus vacaciones y hacen turismo. Como es lógico, sus experiencias y deducciones desembocan en actitudes ministeriales y sagradas. Incrementan así su acercamiento, comprensión y bondad exacta hacia los diversos pueblos, que se diferencian también en el 444

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