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eliminar palabras, juicios y acciones que no respondan, según la justicia y la verdad, a la condición de los hermanos separados, y que, por lo mismo, hacen más difíciles las relaciones mutuas con ellos; en segundo lugar, en las reuniones de los cristianos de diversas iglesias o comunidades organizadas con espíritu religioso, el diálogo entablado entre peritos bien preparados, en el que cada uno explica con la mayor profundidad la doctrina de su comunión y presenta con claridad sus características. Porque, por medio de este diálogo, todos adquieren un conocimiento más auténtico y un aprecio más justo de la doctrina y de la vida de cada comunión; además, consiguen también una mayor col– aboración en aquellas obligaciones que en pro del bien común exige toda conciencia cristiana. Salvo las diferencias obvias y trascendentes, estas normas pudieran in– troducirse en esos manuales de los turistas para que, tanto ellos como los que los reciban, observen una mentalidad y una conducta satisfactorias y conducentes a la intercomunicación de personas. Esta intercomunicación, cortés y respetuosa, a la vez que inmediata y formal, sin excluir la bondadosa firmeza en las propias convicciones, es la primera base para el diálogo y la conducta ecumenistas. Los centros y las zonas de turismo son la más inmediata oportunidad no sólo para la prevista y necesaria unidad, sino ya de inmediato para el ministerio, un ministerio especializado en esos puntos tan sensibilizados por el turismo. Juan XXIII enfocaba este tema con estas orientaciones: «Buscar métodos pastorales adaptados es obligación de los pastores de almas en zonas turísticas, a través, de estudios, de comunicaciones, de inter– cambio de experiencias que ayudarán a mejor comprender el problema y facilitar soluciones)). (Discurso de Juan XXIII a los participantes en el Con– greso de Turismo y pastoral, 19 de febrero de 1963). Con tal ocasión el buen Papa insistió en la afirmación de que «el servicio pastoral abre en las zonas turísticas vastos horizontes al celo del sacerdote». COMUNICAC/ON HUMANISTICA DEL TURISMO En el fascinante Puerto de la Cruz, Tenerife, en las afortunadas islas Canarias, en torno a la ermita de Nuestra Señora de la Paz, que parece situada allí por un escenógrafo extasiado ante el Teide y el valle de la Orotava, hombres, y mujeres de distintos pueblos, nacionalidadaes y confe– siones religiosas, en pequeños grupos, laboran periódicamente con su con– vivencia espiritual en los puntso básicos de una unidad prometedora de tipo ecuménico. Prelados y rectores se cuidan de atender esta circunstancia real y providencial que el turismo ha provocado, y planean la pastoral oportuna. Lo mismo ocurre en Torremolinos -también junto a la ermita de la Virgen 442

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