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midad con las geniales o modestas facultades es tan normal como comprar un televisor en color, ver la entrega de los óscares por la Academia de Hollywood a los astros del cine, o como pisar la luna. No hay razón para que el arte no pueda ser un bien de técnica y consumo y, a la vez, un éxtasis religioso y estético. En realidad, las universidades, con sus gloriosas y suculentas funda– ciones y los mínimos templos de los barrios de color, no hay entidad pública o privada que no organice exposiciones y fiestas de arte en general y del religioso en particular, en el que, como es lógico, participan sacerdotes y religiosos -monjas en gran número- con sus más variadas tendencias artísticas. Puede ser que así resulte ese sansulpicianismo, que no escasea en Estados Unidos. Pero no cabe duda de que así se difunde el espíritu que in– teresa y promueve, y se consagra la aurea mediocridad. De ambas cosas suelen surgir los talentos y los genios, y se vive un clima de sensibilidad satisfecha, de familiaridad con lo sagrado al alcance del sentido. EL BENDITO TURISMO: FRATERNIDAD UNIVERSAL Hacer turismo no es lo mismo que viajar, aunque lo suponga. Se viaja para muchas cosas, y entre ellas, para hacer turismo. Considerarse turista es una nueva categoría, una nueva propiedad, nota de la especie humana. De tal suerte que ya todos somos, igual que capaces de la sonrisa, turistas casi siempre en acto. Y cuando quedamos en potencia, vivimos de la nostalgia y la ansiedad del turismo. Hay por él ansiedad consumista. Al menos, el turismo mundial y planetario se nutre de yanquis. Desde luego, todavía por ocio y curiosidad, por turismo. Otra razón que lo fomenta es que ya están acostumbrados en su país a estar de un sitio para otro por traslados ejecutivos. De todas suertes, lo que más acerca al ideal de los viajes, que es el viajar sin obligación, y para nada, es la forma actual, substancial del hombre de hoy; ir de un sitio para otro, por hacer el turista. Y es precisamente, ante esta actitud del turista, donde los versículos eclesiástico que protegen los viajes, tienen más espiritualidad y vigencia: 440 El Señor sea bendito en esta jornada; El nos concda un camino próspero: El, que es Dios de nuestra salud, ¡Oh, Señor, muéstrame tus caminos y enséñanos tus sendas! ¡Ojalá se en– caminen nuestros pasos a guardar tus Leyes! Las sendas ásperas se harán cómodas. Dios distribuirá ángeles para que te acompañen en todos tus caminos. Porque nuestra ayuda está en el nombre del Señor que hizo el cielo y la tierra. Oh, Dios, que creaste por Ti mismo los elementos de este mundo y habilitaste al hombre para que los perfecionase, inventase otros nuevos y los utilizase en la satisfacción de sus necesidades y honestas com– placencias, bendice y protege los medios de peregrinar y comuni-

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