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Como puede advertirse, no hay solución segura ni única. Pero es con– fortante y alentador el que los Obispos mediten, discutan y se apliquen a perfeccionar los medios sociales de comunicación y de evangelización. NUEVAS FORMAS DEL MENSAJE EVANGELICO Mike Douglas, presentador en uno de los espectáculos más ilustrativos, ameno y ponderado de la televisión, decía alegre a su auditorio de dos docenas de Obispos: Por fin llegó la hora de mi revancha. Después de haberles escuchado a ustedes alrededor de dos mil sermones en mi vida de feligrés laico, ahora les voy a hablar yo. Se estaba dirigiendo a veinticinco prelados, arzobispos y obispos, en su primera reunión sobre medios de comunicación social, celebrada en la Universidad de Loyola, Nueva Orleans. El tema principal era cómo los Obispos y la Iglesia han de considerar y manejar la televisión como in– strumento de predicación del Evangelio. El conferenciante invitado Mike Douglas sugirió las siguientes normas previas: -La primera regla es saber usted que tiene algo que decir. Y en orden a este propósito debe organizar su programa. La segunda es aguda y de carácter casi sacramental: -Hay que tomar al público televidente como una sola persona. Esa relación especial, uno a uno, que se establece en la intimidad de la televisión es semejante a la intimidad que hay que tener «con el penitente en el confe– sionario». Y terminaba: Se ha dicho del mundo de la televisión que es un paisaje de devastación y abandono. Pero precisamente de tierras devastadas y desérticas llegó Juan el Bautista al Jordán para ini– ciar el mensaje de Cristo y su Evangelio. Todos los domingos por la mañana las pequeñas pantallas de los cin– CU<!nta estados se iluminan y resuenan con imágenes y colores, himnos, comentarios, pasajes bíblicos, liturgias, gestos, multitudes y ministros de la religión. Estados Unidos se convierte, en millones de hogares, en un inmen– so templo multiplicado de actitudes divinas, y en las que palpitan con extrañas presencias los espíritus y los rostros de hombres y mujeres que pro– fetizan, oran, cantan, disertan, aprueban o desaprueban, vagan y reposan ante el silencio enigmático y bueno de Dios. Desde el amanecer hasta las horas del mediodía por lo menos, judíos, protestantes, ortodoxos, otras diversas denominaciones y católicos disponen, simultáneamente en diversos 43ó
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