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jacto; y la extraña capacidad y el conjunto de arterías y de maniobras que dan como resultado que el indecoroso y el estúpido logren más atención y estima que el honesto y el sabio. Sin embargo, la conclusión de estos Obispos es típicamente americana: «Los tiempos, tanto para la sociedad como para la Iglesia, no son peores que antes.» Aluden a la época en que dos hombres se proclamaban Papas a la vez, con sendos colegios cardenalicios, comprometidos en banderías; cosas que ahora no ocurren. Pero lo realista es enfrentarse a la problemática de hoy, sin compara– ciones estériles. Es lo que han hecho los Obispos, y de inmediato se han puesto al trabajo, al aprendizaje y a la práctica de los medios de com– unicación. A ello dedicaron una semana. Emprendieron la tarea con la sen– cillez y esa leve aprensión de los aprendices y novatos, sin prevalerse de méritos anteriores en ese mismo campo, y también con esa campechanía y buen talente con que el clero americano acepta la mundanidad circundante, con decoro y buen humor y sin soñar demasiado en reformarla, en primer lugar porque no ve la necesidad de tal actitud preconcebida. La distribución del trabajo comprendía 16 horas de lectura y reflexión, 13 horas de discu– siones por grupos, y 5 de actuación ante micrófonos y cámaras. Se incluían conferencias sobre teológia de las comunicaciones sociales, ensayos de familiarización con la televisión y la radio, sesiones sobre trabajos radiofónicos y periodísticos, entrevistas y discusiones sobre principios y práctica de la comunicación en los estudios y plataformas de dichos centros y particularmente la manera de comparecer y posar. Asistían, como informadores, periodistas y reporteros audiovisuales, entre curiosos e intrigados, al ver en esta reunión un alto significado para la Iglesia Católica en los Estados Unidos. Preveen razonablemente estos infor– madores un cambio halagüeño y, en todo caso, hacen resaltar una prueba de interés por parte de estos veintitantos obispos hacia el mundo, cada vez más amplio de la comunicación. Uno de estos prelados reconocía: -Hemos venido comprobando que nos alejamos de la gente. Por eso nos interesa aprender la teoría, la práctica y el entrena– mient oportuno para conducirnos bien preparados ante las pro– fesiones de la prensa, los entrevistadores y reporteros. Especialmente cómo debe ser usada la televisión para la difusión de nuestros mensajes al Pueblo de Dios. Estamos encantados y dispuestos a ser iniciados y perfeccionados en cómo presentar– nos y actuar ante la pequeña pantalla. Los Obispos actúan así persuadidos de que el hecho de trasmitir por radio o televisión una Misa, un sermón, alguna alocución o carta pastoral, 430

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