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agridulce de todos los medios de comunicación social. De ahí la necesidad de un diarismo científico teológico. CUESTIONES DISPUTADAS SOBRE LA PRENSA CATOLICA Ese producto que todo el mundo está necesitando que se le anuncie y distribuya tiene el mismo nombre que un modesto periódico católico americano que lleva por título «Amor Divino». Apenas llega a cien mil ejemplares, lo cual es muy poco en Estados Unidos, aún dentro del ámbito católico. La misma publicación reconoce que «no intenta competir con nadie, y mucho menos con «El Registro», que tanto agrada a parte de los nuevos sacerdotes y laicos, ni con «Nuestro Visitante Dominical», lleno de profundas sugerencias espirituales y ascéticas. Era en época in– mediatamente posconciliar. Periódicos corno éstos y otras revistas religiosas suelen encontrarse a la venta en las entradas de las iglesias católicas y en las mesitas que se colocan al exterior, cuando el tiempo lo permite, durante las misas dominicales. Sobre esas mesas y haciendo juego con manteles de nilon, se ponen las tar– tas y pasteles, hechos por la artesanía de las amas de casa, católicas asiduas, que ofrendan estas confituras y dulces para la venta, a precio voluntario y cuyo fruto en dólares se destina a los actos culturales de la parroquia y sus adornos florales, a reuniones religioso-sociales del Club de Damas del San– tuario, a las actividades deportivas y eutrapélicas de la parroquia, a los grupos musicales audaces y juveniles y a otras actividades imprescindibles de la feligresía. El «Amor Divino» desde su humilde rincón contemplaba con estupor y con reproches los informes y las estadísticas sobre la alarmante disminución en cantidad y en influencia de la prensa católica, particularmente de la oficialmente religiosa, curial y parroquial. Según el Directorio de la Prensa Católica, sus periódicos y revistas habían perdido más de dos millones de suscriptores en aquellos años, bajando de 28 millones a 26, en cifras redon– das por tirada. La cuestión que le inquietaba al «Amor Divino» es si ese fenómeno de baja se produce «a pesar» de la liberación o «por causa» de ella, al menos en parte. He aquí unos cuantos reproches de entonces y de ahora. Los juicios y recelos de algunos eclesiásticos y laicos no son nada suaves, y apelan a todos los medios para manifestarlos, en una reciente ilus– tración se ve una máquina de escribir, rodeada de lápices, goma de borrar y con una cuartilla en el rodillo. Bajo la máquina algo ha estallado. Entre el humo puede leerse: «Chismes, escándalos, mala información, reportajes irresponsables». Lejos, se perfila la cúpula de San Pedro, en Roma, con el marchamo «La Iglesia». Es decir: la llamada prensa católica se veia recriminada de haber dejado prácticamente de ser «una santa, católica, apostólica y, sobre todo, romana». Con pocas y muy estimables excep- 424

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