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hecho rodar sobre esta palabra -Dios- el peso de su vida angustiada, y la han oprimido contra el suelo. Yace en el suelo y soporta el peso de todas esas personas. Las generaciones de los hombres con sus partidismos religiosos, han desgarrado esta palabra. Por ella han matado y han muerto. Y tienen marcadas en sí las huellas de sus dedos y la sangre de todos ellos». Desde luego, Dios se tiene bien merecido el silencio adorante. Pero reconozcamos la convincente contrapartida: «¿Dónde iba yo a encontrar una palabra que se le pareciera, para designar a lo más alto? Si tomo el concepto más puro y ra– diante del más íntimo tesoro de los filósofos, no podría encerrar en él más que una imagen conceptual que a nada me habría de obligar. Pero no podría infundir en él la presencia a la que yo me refiero: lo presencia de aquel a quien las generaciones de los hombres han honrado y escarnecido con su estremecedor vivir y morir». He aquí la actitud final: «Qué bien se comprende que muchos propongan callar, durante algún tiempo, acerca de las «últimas cosas» para redimir esas palabras de las que tanto se ha abusado». Pero de este modo no se redimirán. No podemos purificar la palabra «Dios». Y no podemos devolverle su integridad. Pero sí podemos, man– chada y mutilada como está, levantarla del suelo y erigirla sobre una hora de gran solicitud. Dios es Alguien, es el Interlocutor. Su notoriedad nos lleva a lo in– terpersonal. La función profética de la Iglesia, por medio de su jerarquía, de sus teólogos y de su pueblo en marcha, se cumple y expande por los micrófonos, las cintas sonoras y visivas, por los teletipos y los demás instru– mentos de la comunicación, que vitalizan los acontecimientos y los incor– poran al hombre. PERIODISMO Y TEOLOGIA Si cada ciencia, disciplina y arte tienen su periodismo, es obvio que lo haya de tener también la ciencia teológica. La evangelización y la infor– mación de lo divino se han encarnado en el auge de los medios de com– unicación social, prensa, cine, radio y televisión, a los que pueden añadirse el teatro, el turismo y el folclore. Recordemos que sobre esos medios de comunicación social versa el primer Decreto conciliar del Vaticano II, que comparte la fecha de publicación con la de la Constitución sobre la sagrada Liturgia: el 4 de diciembre de 1963. No parece fortuito este emparejamiento 422

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