BCCCAP00000000000000000000550

de lo que estaban haciendo y todo eso. «Ella contestó que no tenía cura». -¿No eres una buena chica católica? -preguntó. -Bueno, soy una chica -dijo- y soy buena. Son dos cosas de las tres. La mención anecdótica de lo religioso en su proyección moral y drama humano, sigue verificándose, pero con signo diferente. La captación de este «signo» y su inserción en la familiaridad del proceder de Dios con los hom– bres sería labor hermosa y meritoria del teólogo informante. Es cuestión de ¡,hecho diversos» referentes a Dios, a las almas y a la iglesia: incidencias humanas también. La importancia y la humildad luminosa del periodismo, del diarismo teológico se justifican por parecidas razones por las que existe el periodismo científico. Este notifica, expone y divulga la ciencia corres– pondiente, como tal, y tiene por objeto, en otras palabras, el informar lo noticiable del contenido y actividad de la ciencia, con los requisitos de in– terés, actualidad y garbo periodístico, en el cual cuenta el carácter efímero y fungible de la prensa diaria. La teología como ciencia está en vías de convertirse en disciplina teórica y práctica de comunicación social. Afortunadamente ese proceso se está haciendo ya por aquellos a quienes más interesa, que son los teólogos profesionales, y en virtud de la misma situación actual de la teología. Con respecto a la teología se está produciendo el mismo fenómeno que se ha hecho notar en los lectores de los periódicos diarios y, por consiguiente, también en los que los redactan. El periodista y su público van perdiendo la ingenuidad intelectual de la convicción de poseer la verdad o la noticia en exclusiva, y se interesan por leer y observar las informaciones «de la otra parte»; y así se sucitan el cotejo, la controversia y el respeto. Los teólogos, yanquis tanto eclesiásticos como seglares, a partir del Concilio Vaticano II, han promovido el interés por los dogmas, las significaciones litúrgicas, los problemas, las controversias y las situaciones elevadoras y conflictivas de lo religioso, de las iglesias y de sus miembros en todos los niveles, sobre todo por libros y revistas especializados, ensayos, congresos, paneles y encuentros, y, sin excluir a veces el carácter sensa– cionalista del diarismo, que tanto ha contribuído con demasiada frecuencia a la información inexacta y a la deformación de temas tan sutiles y comple– jos. Los medios de comunicación, con sus poderes de reconstrucción y fan– tasía, interesados siempre por el drama cotidiano del hombre, han puesto ante oído y vista las incidencias actuales del proceso religioso. Pero los que profesionalmente han de tocar lo divino son los teólogos. Conocen de sobra su responsabilidad, y a la vez -éste es el signo más con– solador- se están dejando invadir por la idea y el propósito de llegar al hombre de la calle. Actúan como profesores volantes, expositores de lo divino con todas las humanidades del ambiente de ahora, hacen de escritores y periodistas amenos y polemistas, publican y lanzan por radio y televisión breves ensayos ideológicos y circunstanciales que resultan ver– daderos reportajes de ideas -porque también las ideas son reportables y noticia- y de hecho han aireado el tema divino con dignidad, no exenta a 419

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz