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medio ambiente de la vida histórica de Cristo: «Jesús tal como fue visto,» y que ahora habría que cambiar: «Jesús tal como es visto y promocionado.» La otra motivación es el noble empeñ.o, de valor teológico y absoluto, de hacer resplandecer en la imagen de Cristo y en nuestra inteligencia y comu– nicación con El, el misterio de la Resurrección, como etapa definitiva cris– tiana, eterna y, por eso mismo, presente. Como expresión de la primera de tales inspiraciones, basta recordar cómo se ha tratado recientemente de presentar, en un espectáculo fílmico, a un actor que hacía de humilde Cristo, como un pobre anonadado ante la multitud. En la obra línea resurreccionalista, el mismo Playboy yanqui ha osado hacer sus pinitos teológicos y predicar que hay que renunciar «a mirar sólo la imagen de Jesús como un asceta melancólico.» Y cita al teólogo Hervey Kox, quien expone una vez más la opinión de que hay que presentar un Cristo alegre y expansivo, y que hay que volver la atención a su Resurrección. «Cristo no fue un fakir, ni muchos menos un héroe del 'status'.» Pero la misma revista frívola advierte: «Toda religión tiene dos vertientes. La cristiana tiene un Cristo muy variado y rico. Ha inspirado la Misa de Requiem de Mozart, las pinturas de Giotto y no hace mucho, uno de los más recios, aunque también muy incompleto, entre los retratos de Cristo, en la película de Pier Paulo Passolini El Evangelio según San Mateo.» El hombre no puede detener su esperanza. El mayor milagro de la cris– tiandad es la sobreviviencia de Cristo, a pesar de las distorsiones que se han hecho de su imagen. La civilización religiosa yanqui es la más varia y la más difusora de la humanidades vibrantes del Cristo Encarnado, a través de las cuales se adivina y puede verificarse un Cristo ecuménico. Cierto que hay muchas osadías frente a Dios, su Divino Hijo y la Ig– lesia. Pero todo puede quedar en reclamación sincera de que Dios, Cristo y su Iglesia sean más lealmente conocidos y amados. La naturaleza humana es desproporcionada por sí misma para vivir íntegramente lo divino. Tal es el drama y la alegría desconcertantes que sólo pueden ser superados por la Gracia: la gracia de la caridad sobrenatural, de la fe, de la devoción, y de la osadía enamorada de recibir lo divino en persona, eucarísticamente. EUCARIS11A TOTAL Entre las posibles afinidades ecuménicas de contacto y participación, sobresale una parcial e importante unanimidad entre los cristianos. Es la celebración Eucarística en este sentido y valor de recuerdo, memorial y con– memoración, tal como, además de la acción y la recepción, pidió Cristo en la Cena. Este acto ha de simultanearse y dejarse superar por la excelencia plena del Convite, Participación, Reviviscencia y Comunión integral de la real y sacramental Presencia de Cristo en la misa, con la Comunión, y en la adoración ante el Sagrario y la Custodia. Conmemoración y Presencia son 40

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