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«INSPIRACION» YANQUI Tanto los tradicionales sistemas de comunicación como los novísimos medios de la televisión -que simultanea cine y radio- coinciden en pro– ducir la proximidad sin presencia, en el sentido íntegro de las palabras. He ahí la raíz de su delgadez y sutileza, que comienzan siendo ya una cierta espiritualidad técnica. ¡Cuántas palabras escritas, cuántos sonidos y cuántas imágenes per– cibimos diariamente! Imágenes, sonidos y palabras que nos vienen de nuestro contorno en el que puedan funcionar naturalmente nuestras poten– cias perceptoras, sino de infinitos puntos que nos son ausentes, desde la le– janía, que esto quiere decir telecomunicaciones. Voces, músicas y sonidos de la radio, semejanzas y noticias teletipadas, imágenes cinemtaográficas y televisivas que nos llegan a ser familiares y entrafiables, en realidad no pertenecen a nuestro mundo, al pequefio mundo para el cual tenemos organizados los sentidos, los nervios, los músculos, la imaginación, el entender y el amar de nuestro cuerpo, de nuestra alma, de nuestra realidad personal. Mirando nuestro contorno personal, estamos hechos únicamente para la proximidad, para la presencia de cosas y personas vecinas, al alcance de unas miradas y de unas audiciones que no rebasan demasiados metros. Sin embargo, he aquí que la distancia nos inunda con imágenes y sonidos que pueblan nuestro universo humano dilatado hasta profundidades sin medida. Son las telecomunicaciones. Ellas convierten al universo en reser– vorio de energías y de vida, que normalmente están quietas y dormidas. Basta desencadenar una vibración, una onda, y todo ese universo despierta, vive se difunde vertiginosa y ordenadamente, con exactitud matemática, y su contenido irrumpe en nuestra personaliad como si mutuamente nos perteneciéramos y nos exigiéramos con luz y con amor. Y surge fortuitamente la acepción estadounidense del calificativo «inspiracional», por considerarla afín a la fantasía a que son tan propicios los medios. En sus librerías, grandes almacenes y tiendas de regalos hay siempre un apartado, «inspira/ion», de libros, folletos y tarjetas, que tienen referencias objetivas y especuladas acerca de lo ultra-material, lo fantasmal, lo inspirativo en las artes, en la religión y en la vida común y privada. Esta acepción la define así uno de sus diccionarios: como segunda y tercera acep– ciones: «plenitud de ideas y ambiciones, el hecho de suscitar un impluso creativo». Evidentemente no se intenta equiparar esto «inspiracional» con lo espiritual de nuestra órbita cristiana. Tras los sentidos bíblicos de la palabra ESPIR/TU, hemos de notar el sentido del adjetivo pneumaticós, espiritual mantenido hasta nuestro tiempo, «para designar el centro de la existencia cristiana», hasta poderse considerar en la Edad Media y hasta muy entrada la moderna, como el epíteto distintivo de lo propiamente Cristiano, tanto en las lenguas romanas como en las germánicas. 417

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