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la humanidad está cada vez en mejores condiciones de convertirse en el Cuerpo Místico de Cristo. (Pío XII, marzo, 1958). 5- Otro aspecto inédito de los Medios de Comunicación Social, poco considerado, es que ellos son elementos indispensables del empleo del tiem– po libre. La Teología piensa en una teología para la Era del Ocio, sin que ello signifique teología-ficción. 6- La praxis, tan encarnada por los Medios de Comunicación Social en las actividades inmediatas de todas las profesiones, alcanza también los campos de la Evangelización, de la Catequesis, de la Pastoral, de la Liturgia y, así alcanzaría también a la ilustración y culturación teológica de las gentes. Ellos proclaman, con la Teología, la libertad de expresión, dan ocasión de revisar y adaptar el sentido y las fórmulas de la divulgación religiosa, de la evangelización y del apostolado en forma que responda a las categorías experimentales de la generación actual, habituada a las técnicas audiovisuales, que alteran hábitos y signos de comportamiento general. En breve; la Teología tiene presente el conflicto posible y verificado en– tre movilidad -frivolidad- «paganía» de los Mass Media y «el Mensaje eterno». Y propone la solución: «Una nueva dimensión dinámica de ese mensaje». Es decir: Hay que dar otro ritmo y otra forma a algunos procedi– mientos y métodos -métodos y procedimientos que habría que especificar– para la expresión de lo cristiano a través de los Medios Técnicos de Infor– mación. Evidentemente, se requieren estudio, flexibilidad, interés y preparación teórica y especialmente práctica para el uso correcto y dignificante de las modernas técnicas de comunicación, tal como lo piden los documentos pon– tificios, cuyo aprendizaje se enmarca dentro de la profesión teológica y pastoral. No se trata únicamente de culturalismo religioso, sino más bien una verdadera dimensión culta, a modo de experiencia y práctica que ha de partir y terminar en el interés de los audioexpectadores y a quienes llega como cultura viva. Hay casos muy laudables y esperanzadores en los estudios y en los entrenamientos, que son llevados conjuntamente por laicos, sacerdotes, predicadores, actores y prelados en las redacciones de prensa, ante los micrófonos de radio y los monitores de televisión, para saber, y entregarse luego, con rigor y afecto, a una de las empresas más bellas y eficaces de la comunicación religiosa. Así ocurre en Estados Unidos. Cierto que el uso inadecuado de lo religioso en los medios, puede conllevar el riesgo de exponer y difundir una visiíon excesivamente sicológica y sociológica de la espiritualidad. Especialmente en la sociedad norteamericana, incluido el sector eclesial, se va introduciendo una nueva imagen del hombre, de cuya espiritualizaciño y vida piadosa se excluye la in– teriorización, y se desplaza así a una mera configuración del mundo activo y externo. Por ello mismo, los medios deben actuar en ese campo. 416
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