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éste acabe siendo un esclavo de las máquinas que inventó o que algún grupo político las utilice para manipular la libertad de los demás. El ejemplo de la Iglesia, utilizando a fondo la técnica televisiva para convertir, por vez primera en su historia, al catolicismo en religión verdaderamente universal, comunicando a través del milagro electrónico progresista, su liturgia, sus ceremonias, su mensaje y los viajes del Pontífice, a centenares de millones de seres en el mundo entero, en visión instantánea y simultánea, revela las infinitas posibilidades de la técnica aplicada en le forja de una sociedad futura. VATICANO SEGUNDO Y COMUNTCAC!ON SOCIAL La promulgación del Decreto Conciliar del 4 de diciembre de 1963 sobre los Medios de Comunicación Social constituyó un hecho doblemente periodístico. Primeramente porque fue un hecho noticiable, lleno de interés por su calidad y rareza, y por su excepcional carácter, al ser incluido en la trascendente majestad de un Concilio; y en segundo lugar, porque era un acontecimiento que se relaciona inmediatamente con la profesión periodística y, en general, con toda profesión informadora y comunicante, y las afecta en sus normas de pensamiento, de inteligencia, de moral, de trabajo y de uso. Desde el principio la Iglesia era evangelio, comunicación social. Recordemos, sin embargo, que ese Decreto ha sido lógicamente minimizado en relación con los otros documentos trascendentales del Con– cilio Vaticano II, aunque, a la vez, ha venido adquiriendo cada vez más relevancia. De hecho puso en primer plano la importanica doctrinal, porque definió la posición de la Iglesia ante las realidades técnicas y culturales de los Medios de Comunicación Social. Resaltó el valor histórico-profético, porque esa actitud se convertía en una síntesis histórica, a la vez que deter– minaba una actitud y una acción inmediata que ya estamos viviendo. Por primera vez en la historia se insertan en la espiritualidad dogmática moral, profesional y estética del Catolicismo, las realidades «seculares» de la Pren– sa, del Cine, de la Radio y de la Televisión y de los «otros» medios de comu– nicación social, medios de comunicación de masas, que son en realidad medios de comunicación «personal». Ese Decreto agrupa e integra en una nomenclatura las variedades informativas públicas de nuestro tiempo: las ya mencionadas Prensa, Cine, Radio y Televisión y las que se incluyen en los «otros» medios, como son el video, el teatro, el disco, el deporte, el turismo, las relaciones humanas y hasta los movimientos migratorios. La inclusión de algunos de estos últimos pudiera discutirse; pero no cabe duda que son ocasión de intercomunicación social y que están en relación con los primeros. Consecuencia del memorable Decreto fue la Jornada Mundial de la 412
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