BCCCAP00000000000000000000550

NOMBRES DE CRISTO La cristiandad norteamericana es rica por sus denominaciones y apelativos de Cristo, aunque no tanto como la Biblia, la Patrística primitiva y medioeval y la lírica y la dramaturgia de todas las épocas cristianas, una de las cuales, vigorosa por cierto, es la tradición literaria de las modernas Inglaterra y Estados Unidos. Es bello y comprometido ese nombre de «Jesucristo Superstar. » Alguno dirá que la denominación no es propia de un Hombre que ha muer– to en la cruz para redimirnos. Pero más allá del conformismo y la con– testación, el Hombre-Dios, Jesucristo, es propiamente la única «Superestrella» que a todos es dado mirar e imitar, y que el anciano Simeón ya canta en el Evangelio como la «Luz para iluminación de las gentes» (Luc. 2, 32). No es cosa nueva poner nombres entrañables y bien significativos a Cristo. Ello nos lleva a recordar el libro de Fray Luis de León, donde el autor menciona y comenta nombres del Señor. He aquí algunos: Pimpollo, Faz de Dios, Camino, Pastor, Monte, Padre del Siglo Futuro, Brazo de Dios, Príncipe de la Paz, Esposo, Hijo de Dios, Amado, Jesús y Cordero. Nombres todos ellos tomados de la Biblia. Los hay de muy variado estilo, y todos rezuman originalidad, fuerza, divinidad y poesía. Alineados así, los nombres de Cristo de Fray Luis de León, pueden aceptar, sin desentonar líricamente, este otro renovado: Jesucristo «Superestrella.» Asistimos providencialmente a una eclosión de relativas novedades, entre las cuales hay que incluir estas de tono menor, no tan dramáticas ni revulsivas, de los cambios litúrgicos normativos de la Iglesia, y la no menos digna de resaltarse, que es la invasión querida y aceptada de lo popular en lo sagrado, proceso, por otra parte, que está en la entraña de toda religión. Manifestación de este movimiento son las ideas, las acciones y los nombres que se incorporan a la identidad de Cristo. El nombre «es una palabra breve, que se sustituye por aquello de quien se dice y se toma por ello mismo;» es «aquello mismo que se nombra, no en el ser real y verdadero que ello tiene, sino en el ser que le dan nuestra boca y entendimiento,» dice Fray Luis. Es decir: el nombre no es la persona: es lo que pensamos de esa persona y lo que nos la identifica. Desde distintos ángulos y profundidades se define y se polariza la identidad. Basta enumerar algunas de las actuales vivencias y nomenclaturas de Cristo, que vienen a significar actitudes ante El: Cristo-ternura, Cristo– Dios, Cristo-refugio, Cristo-júbilo, Cristo-revolución, Cristo-glorioso cadáver, Cristo-juventud, Cristo-Hoy. Y otros, aparentemente menos reverenciosos, pero no por eso menos reales. Dos motivaciones resaltan, entre otras, la actual vigencia de las denominaciones de Cristo. Una de ellas es la intención de poner de manifiesto «lo que haría Jesucristo, de haber nacido en esta época.» Es la actualización del titulo de la obra, ya veterana, de Guerrin, que se refería al 39

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz