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Las sombras de esta femineidad alcanzan también en cierto grado a los atrios del templo. Ya más en serio, resignada y amable, esta buena ama de un hogar católico americano, nos sigue exponiendo su leal sabiduría con relación a la vida religiosa: -No es que seamos discriminadas en el campo religiosos, ni que nadie, de dentro o de fuera de la Iglesia, nos diferencie por ser católicas, normales y sencillas. Hay sitios, como en la Avenida de Pensilvania, donde ser católica ailade algo a tu condición. El problema es más profundo. Es muy dificultoso estar dedicada de corazón a mantener la vida de la Gracia y, a la vez, implicarse necesariamente en la «graciosidad» de la vida que se lleva hoy. Desde un punto de vista, diríamos, «financiero» es prác– ticamente imposible vivir nuestra Fe y atenerse a las imposi– ciones y simbología de la «clase», del «status», por mucho que lo queramos compaginar. Mantener más de dos nifios, con– tribuir a la parroquia y al colegio, tener siempre mejores casas, autos, jardines y piscina, y vivir a plenitud «la vida americana», sólo puede lograrse con nuestro optimismo sacramental y la per– suasión de que Dios se sigue ocupando de nosotras en mucha mayor medida que nosotras nos ocupamos de El. CAMINO DE PERFECCION Las actitudes y acciones reivindicativas de la mujer frente al hombre, o mejor, al lado del hombre, ni en Estados Unidos ni en ninguna otra civilización, dejarán de existir ni podrán aquietarse. Es suficiente el catálogo de desigualdades de que ellas se reconocen victimas, para traer a cuentas el monopolio pretencioso del varón, tanto en la domesticidad como en le área pública, incluido el apartado religioso, al menos según la mayoría de los códigos vigentes. Pero hay una razón suprema para la persistencia de la contestación femenina. Está en la raíz de sensibilidad, inteligencia y seducciones especificas de su naturaleza. Por lo mismo que las ciencias califican a las mujeres de receptivas, éstas tienen que resultar absorbentes. Así lo requiere los condicionamientos exquisitos de su naturaleza con su especifico afán perfeccionista. El progreso técnico de la manera americana de vivir -su democracia– han hecho reverdecer los movimientos de la liberación femenina. Es in– terestante dejar la palabra a una mujer española, periodista ágil, correspon– sal en París, y otras capitales occidentales, Pilar Narvión, y seilalar los peros que acumula sobre el tópico del «matriarcado» de las yanquis. Lo considera un mito y, desde luego, un fracaso, particularmente en la escala política. Expone: 405
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